EQUILIBRIO DE LOS ESTADOS DIÁDOCOS

Cuando a uno de estos hombres que pretenden lo más alto y se atreven a los mayores extremos le favorece el genio del poder y las complicaciones en que los demás están le ofrecen una oportunidad feliz, parece que va a pasar a dueño del mundo como Alejandro.  El viejo Antígono estuvo cerca de esta meta, cuando en Ipso perdió la victoria... y la vida.  doce años más tarde, su hijo Demetrio, el conquistador de ciudades, el más audaz y genial de todos, intentó todavía, desde Macedonia el gran golpe.  Pero siempre, cuando uno se sale de la fila y se afana por el todo, todos los otros herederos se alían contra él y lo hacen caer.  En estas luchas se emplea siempre todo lo que se tiene al alcance: elefantes y máquinas de asedio, mercenarios entrenados y diplomacia maquiavélica, dinero y ductilidad personal.  Así es la paz mundial cuando se realiza como equilibrio de potencias.  Con gran fijeza se va elaborando a través de todas las luchas y efímeros acuerdos de paz el sistema de los reinos de los diádocos.  Medio siglo después de la muerte de Alejandro, por ejemplo, cuando muere Seléuco, ha alcanzado la estructura que mantiene hasta la decadencia interna de los reinos y hasta la intervención de Roma en Oriente.  Sus fronteras nunca están del todo tranquilas, siempre hay territorios disputados que pasan de mano en mano, siempre ataques e intentos imperialistas ponen todo en conmoción.  Entre los tres grandes reinos de los diádocos se forman y mantienen centros secundarios de poder, como el reino de los Atálidas, en Pérgamo, y tipos de estado bárbaros como el estado federal de los grupos militares celtas, en Asia Menor.
Pero en conjunto, es este sistema de estados del siglo III realmente una organización de la paz en el mundo, que se ha hecho helenístico.  Naturalmente que no es un cosmos que esté inervado por tensiones vivientes, como el orden intranquilo de las ciudades-estado en los siglos de la polis.  Es un sistema formado secundariamente; sólo tal sistema puede cumplir en absoluto el concepto mecánico del equilibrio.  Es el último y más artificioso baluarte que el espíritu griego levantó contra Oriente.  Cuando se derrumbó, los distintos países griegos entraron en el amplio sistema de dominio romano, y a la vez comenzó una fuerte recuperación de las potencias espirituales del Oriente.  Pero el sistema del sigo III es todavía griego; edificado sobre la fuerza conformadora política de las tribus no gastada, con la eternamente joven movilidad del espíritu jónico, con el exceso de hombres de Grecia que se desbordan por todo el mundo, con la ciencia, los inventos y las habilidades artísticas de Grecia.  Que algunos reyes en su obra y su persona incorporen la cultura griega, como los señores de Pérgamo, como Antígono Gónatas y muchos príncipes y princesas de la época, no es lo más importante.  Todos estos estados son griegos, lo son no sólo sus bibliotecas y centros culturales, sino también su plana mayor administrativa, sus cancillerías y burocracia.
Naturalmente, es una Grecia helenística, una "helenidad sin polis", y, como podemos añadir ahora, una helenidad sometida a dominio.  El reino de los Ptolomeos, en Egipto, construye un régimen absoluto y un mercantilismo de dimensiones grandiosas.  Todas sus industrias importantes, también para la producción en masa, son monopolio regio; y los otros estados helenísticos concentran todas sus fuerzas productivas con un rigor semejante.
Pero, por debajo de la soberanía absoluta está el hombre, en cuanto sólo en abstracto reglamentado, tan libre como no lo fue nunca el griego de la polis; pues la polis ligaba a sus hombres en el corazón y en el espíritu.  Naturalmente que esta comparación cojea, pues "hombre" significa ahora individuo, y "libertad" es el espacio privado para el goce, la ganancia y la cultura.  Otra humanidad no hay en los imperios y en las grandes ciudades helenísticas, pero ésta sí que la hay.  Menandro la ha tomado en forma clásica y la ha explicado según el espíritu de Atenas, al crear la comedia del hombre del presente: el hombre sin mito, sin deber heroico, el hombre particular pero abarcándolo con aquel resto de piedad que se llama humor.  En las grandes ciudades helenísticas, este hombre ha pasado a ser entre tanto un poco más libre, esto es, todavía más libre de prejuicios y más desarraigado, incluso ha recibido una conciencia algo más libre de rutina.  Con todo, su humanidad está todavía llena de vida y de espíritu.  Obras de arte de esclarecido refinamiento crecen sobre su suelo.
El faro de Alejandría, este modelo de todos los faros del mundo, este modelo de todos los anuncios luminosos del mundo, regula el tráfico marítimo en el puerto más importante de la historia de la humanidad, cuyo ethos no es ya la audaz empresa, sino el transporte de mercancías técnicamente asegurado. Así, por un rodeo muy curioso, se ha mantenido con todo el sueño de los filósofos.  Es algo así como la paz sobre la tierra antes de Roma.

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