EL CONCEPTO DE RENACIMIENTO

No es una ilegítima simplificación que la historiografía, en este caso, venga a dar continuamente en no enlazar las épocas sino caracterizarlas como rígidamente enfrentadas. frente a los cuidadosos e ingeniosos intentos de andar siempre buscando nuevos precursores, fuentes y rodeos del Renacimiento, la esencia de la Edad Media y la del Renacimiento han sido contrapuestas con tanto cuidado y talento, incluso cuando aquella quedó abierta hacia lo profano y este no se separó de la doctrina y los sacramentos de la Iglesia. Es como si las investigaciones sobre el Renacimiento siempre volvieran hacia el primer bosquejo que de ellas se hizo.  En ello, se expresa una cualidad histórica objetiva del Renacimiento.  Es realmente una época que asciende de modo abrupto (y por lo demás, también desciende de repente).  Que con Petrarca comenzó la renovación de la cultura y con Giotto la del arte, lo notaron ya sus coetáneos.  Pero realidad de una vida completa se hace el nuevo espíritu por primera vez en el quattrocento de la Florencia medicea. Entre Brunelleschi y Miguel Ángel, entre la cúpula libre de Santa María del Fiore, que es una obra maestra del gótico tardío, y la cúpula de San Pedro, que como su creador nos mete en el barroco, está tenso el Renacimiento como una existencia audaz que sólo puede ser mantenida mediante la constante afluencia de energías.  El breve siglo se reduce todavía más si se piensa que todo lo hizo saltar en Florencia la imposición del dominio extranjero y en Roma la catástrofe de 1527, en la medida en que ya no estaba agotado por sí mismo.  Sin contar algunos iniciadores que madrugaron, dos generaciones realizaron por asalto la victoria del hombre y de este mundo, la tercera vive en el disfrute de la victoria, después las energías se agotan, y se abren -como todos los grandes de la última generación y ya algunos de los de la central- caminos solitarios que llevan muy adelante hacia el futuro.  El Renacimiento es, no sólo por su carácter emancipador, no sólo por su estilo aristocrático, sino en toda su existencia, una audacia, pero lograda; un episodio, pero terriblemente efectivo.  La línea frontal de la razón en el espíritu occidental fue determinado por él, a la larga, de una manera decisiva.
Es la tesis más conocida que el Renacimiento italiano -y en todo el Occidente él en primer lugar- convierte al hombre en individuo, lo libera en cuanto tal y lo hace consciente.  este "desarrollo del individuo" no puede ser tomado como plenitud que mana libremente (cual si en la Edad Media no hubieran surgido personalidades características).  Es más bien, una intención, una hazaña y, en gran parte, una hazaña consciente.  El hombre en el Renacimiento resulta ser un descubrimiento para sí mismo, hasta una terra nova de muchos descubrimientos. Su individualidad y autonomía es una posición mantenida.  Su libertad es una audaz conquista, a menudo también una acomodación, en los casos máximos, desde luego, una magnífica victoria.  Con el Renacimiento aparecieron todos los matices del talante vital y de la fe, todas las formas características y los tipos del modo de vida por primera vez entre los jóvenes pueblos románicos y germánicos.  Y en verdad, aparecieron a plena luz del día y con la visera levantada.  No sólo están allí, sino que se plantean como se plantea una tesis, se presentan, quieren mostrarse.  Se sabe que Petrarca, cuando subió al Mont Ventoux, junto a Aviñón, descubrió no sólo la naturaleza, sino, a través del rodeo que dio por las Confesiones de San Agustin se descubrió a sí mismo.  Él pretende que con ello se quedó mudo, pero en realidad se volvió elocuente.  Es el primero que en toda su plena individualidad se muestra a sí mismo con todas sus amistades y amores, aventuras, humores y deseos, "a plena luz del día y con la visera levantada", y así se convirtió en modelo europeo.  Pero a la personalidad que se quiere ver a sí misma y se deja ver, pertenece la sociedad en que se refleja, pertenece la lengua en que ella se goza a sí misma y a sus semejantes, pertenece la fortaleza en que brilla, pertenece la gloria que la hace inmortal de n modo terreno; pertenece, finalmente la acedia (el dolor cósmico), en que ella se siente sola.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Me interesa mucho su opinión. Modero los comentarios exclusivamente para evitar contenidos inapropiados.