LOS HABSBURGO

Hay un curioso paréntesis, después de los dos siglos de la baja Edad Media: el plan de los Habsburgo.  Casi no se atreve uno a llamarlo un plan.  Es más bien un destino que actúa por sí mismo y progresa contra toda verosimilitud, una fortuna que se mantiene maravillosamente fiel.  Y sin embargo es un plan: el sabio, astuto o tenaz plan de algunos príncipes, y además el plan de toda una estirpe.  A partir de Rodolfo I, el vencedor de Dürnkurt, la voluntad de fortificar y ampliar el poder doméstico de los Habsburgo, a través de todas las alternativas, es una constante histórica, y considerando sus efectos finales, debería decirse que una constante en la historia universal.  La ascensión de las demás potencias, como también la consciente defensa de los príncipes electores, parece volver a destruirlo todo; ya la elección de 1308, es una elección contra los Habsburgo.  Luchas fratricidas dentro de la casa ponen más de una vez en duda la unidad de las posesiones.  Hay que volver a tomar por compra lo que se ha perdido, ciudades y territorios enteros se separan; Suiza se gana en heroica lucha su libertad para siempre.  También la victoria de los Habsburgo es, por consiguiente -conforme a la ley de la época- una victoria a través de retrocesos y derrotas, sólo que la fortuna de los Habsburgo sabe encontrar en todos los conflictos la salida hacia el éxito.  Será siempre una de las más curiosas combinaciones de la historia de Europa, que a esta casa ,independientemente de la magnitud y hasta de la capacidad de sus  príncipes, al fin todo le saliera bien, a veces muy tarde y a menudo por pura casualidad.  Gracias a la herencia de Borgoña, Habsburgo se convierte en gran potencia europea, gracias al matrimonio con la casa española en gran potencia mundial.  El Imperio, del que ya Nicolás de Cusa había dicho que se lo buscaría en Alemania pero no se lo encontraría, es atacado por las potencias y al política de éstas.  La elección de España contra los franceses hace la fortuna de los Fúcar.
En comparación con el sistema plenamente desarrollado de las grandes potencias,cual se impuso a través de luchas como equilibrio europeo, hasta el comienzo del siglo XVIII, es naturalmente todo lo que en la baja Edad Media apareció como estados y potencias, sólo un inicio y preparación.  De aquí lo efímero, y en parte hasta el carácter aventurero, de las fundaciones políticas, de aquí las muchas existencias fracasadas en ellas, de aquí el amplio campo de la casualidad.  Especialmente, en el espacio de Alemania, todavía enlazado por el Imperio, o al menos por él coronado, la nueva situación sigue equilibrada con la antigua.  Por primera vez en la Paz de Westfalia, la libertad de los príncipes dentro del Imperio se convierte en liberum exercitium iuris territorialis.  Todos los emperadores alemanes hasta el fin de la baja Edad Media viven todavía, en cierto modo, del brillo de lo antiguo, incluso cuando acuñan la santidad de su jerarquía plenamente en la moneda moderna de la política de la fuerza estatal.  Alrededor de Maximiliano I está todavía el aura mágica del imperio de Occidente universal, que con sólo quererlo puede reformar el Imperio, batir en la cabeza a turcos y franceses y liberar Tierra Santa.  Maquiavelo, en cuyo claro espíritu está, desde mucho antes decidido, la situación de equilibrio entre lo viejo y lo nuevo, lo encuentra siempre fantástico, imprevidente y siempre carente de dinero; esto es también una categoría en el reino de la razón, y una categoría terriblemente importante, como muestra la práctica de los reyes de Francia.

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