EL TEÍSMO RACIONAL

La historia en cada momento es más que regla y repetición, más que tendencia de la época o continuación de lo iniciado, más que consecuencia y curso.  El tema de la época -incluso cuando un saber completo fuera comprendido de manera preñada y profunda- nunca daría la plenitud de lo individua que acaece históricamente en la época.  Nunca habría fuerzas específicas por las que es realizado.  Sino que estos acontecimientos aislados y estas fuerzas brotan en blanco, como la nada.  Del fondo del alma humana, de lo que Hegel llamó "las pasiones", se alimenta el progreso de la historia, y es como si ella precisamente quisiera aplicar despilfarradoramente lo heterogéneo para causar lo unánime.
A través de toda la época del Renacimiento, y a partir de ella, durante los siglos siguientes, se va desarrollando un proceso de secularización del cristianismo, por decirlo así, de modo directo. En un notable trabajo intelectual, que también teológicamente es profundo, se desarrolla un teísmo universal: una cristiandad sin dogmas y sin imposiciones eclesiásticas, un cristianismo de la razón y del sentimiento moral.  su inclinación hacia todo lo que es ilustración y a la vez tiene profundidad, su fe en que con los medios de la ciencia se puede construir un mundo espiritual, encuentran en él su expresión.
Los pensamientos fundamentales de este teísmo universal son los siguientes: Dios actúa en todo, toda la naturaleza y la historia son su imagen.  Pero de la manera más cierta nos convertimos e suyos en la interioridad de nosotros mismos.  el conocimiento de Dios es en todas las religiones, mitos y filosofías, sólo con que no se queden en la estupidez de la superstición, sino que se realcen a la claridad del espíritu, algo presente y expreso.  Especialmente los grandes filósofos de la antigüedad, Platón, Cicerón, Séneca, poseen ya casi toda la verdad.  Pero la verdad completa aparece en las Sagradas Escrituras del cristianismo, presupuesto que se las purifique de añadidos casuales (para eso tenemos la filología) y se entienda el núcleo de sus palabras; mucho en ellas es alegoría, símbolo, expresión figurativa para la inteligencia del vulgo.  En doble sentido tiene, por consiguiente, que ayudar la razón para que se imponga la Philosophia Christi (como dice Erasmo): debe someter las escrituras cristianas a la crítica científica y debe mantener libre el proceso religioso que se da en toda alma, de las representaciones religiosas que tan fácilmente se adhieren a aquél.  Así resulta una religión y una teología con ella relacionada, tan pura y tan libre que el más libre espíritu puede descansar en ella lo mismo que el ánimo más piadoso.  La omnipotencia de Dios, la santidad de la aparición de Jesucristo, la condenación, la salvación y la bienaventuranza, los misterios de los sacramentos, se realzan en ella.  Pero ante todo, ella da al hombre una segura conciencia de su dignidad, de su eterno destino y de su misión en el mundo.  La naturaleza en ella no es considerada herética, sino que es santificada; la vida humana no es oprimida, sino elevada. La conducta moral del hombre es el centro de esa religión, como lo era de la predicación de Jesús.
Los fundamentos de tal teología racional fueron desarrollados con mucha libertad espiritual por los humanistas italianos, la mayoría de las veces en lucha abierta contra la Iglesia, en más de una ocasión bajo la protección de los Papas.  Experiencias de las Cruzadas que resultaron del contacto de las religiones, tradiciones del círculo ilustrado de Federico II, influyeron también.  Ante todo, el estudio de los escritores antiguos daba pábulo a la idea de que se puede llegar por muchos caminos a Dios y a los fundamentos de la moral.  Aquí se absorbe una vez más plenamente el estoicismo, desde luego que adaptándolo mucho al cristianismo.  La importancia en la historia de la religión de Jorge Gemistos Plethon fue que su vida tuvo por objeto fundar un nuevo teísmo universal, como religión nueva, distinta del cristianismo.  Pero también en Alemania, por ejemplo, en casa de Muciano Rufo y en el círculo de los humanistas de Erfurt, está vivo el espíritu de esta religión ilustrada que sabe gozar del mundo y que es racional.  Señores y caballeros y ciudadanos de las ciudades imperiales del cuño de Willibaldo Pirkheimer exhiben tal espíritu con rasgos imponentes.

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