El caso puro es Esparta. La organización de dominio compuesta de señores lacedemonios e hilotas es antigua, pero sólo en la crisis de la rebelión mesenia aconteció aquella "autoformación de la nobleza" que se llamó Esparta. La caterva de los nueve mil espartanos, sus carros de guerra, sus falanges severas y cerradas, con armas pesadas y guerreros a pie, se convierte para los siglos en invencible. Y lo que es más: se subordina con cuerpo y alma a la organización permanente de la alarma. No sabemos si existió Licurgo. Si no existió, es la ficción más adecuada que se puede imaginar, pues allí se crea la imagen compuesta de hombres que, si puede haber surgido por otras partes y acuciada por la necesidad, actúa como un único golpe creador, una forma de vida total, con todas las renuncias necesarias, por ejemplo, a la familia, a la ganancia, a la ilustración; con todas sus virtudes necesarias, con moral y lenguaje propios. Esto es incluso más que una obra de arte, es un cosmos: con esta suprema palabra que hay para las cosas perfectamente formadas fue nombrada Esparta entre los propios griegos: el cosmos espartano. Pero sólo Platón ha podido imaginar este cosmos como forma autárquica En realidad, tal cosmos surge de la conexión causal de la historia política y actúa sobre ella como energía característica. Una política muy despierta y a largo plazo, que apoya a todas las aristocracias, combate a todos los tiranos, hace difícil la vida de las democracias; una política que construye con aliados más débiles un sistema hegemónico para ser, apoyada en ellos, la vanguardia de todos los griegos.
El paralelo más perfecto es Atenas, que por caminos completamente diversos se orienta hacia una forma completamente distinta, pero la alcanza con igual perfección. El synoikismos, que en Grecia nunca sirve a la necesidad de protección, sino que siempre significa la concentración en el centro de las fuerzas políticas, hace a Atenas muy pronto el centro dominador de todo el territorio ático, que desde la época micénica es una unidad. La gradual desaparición de la monarquía, el paso de la responsabilidad política al círculo de la nobleza, la creación de cargos por tiempo limitado, que son ocupados por las familias nobles: es un proceso completamente típico que de Oriente a Occidente recorre todo el mundo griego con excepción de Esparta; en Atenas, ya está cerrado a comienzos del siglo VII. También aparecen en todas partes legisladores, hombres escogidos o llamados, que establecen la forma heredada de comunidad como sagrado nomos.
Pero cuando en el año 594 a.C. fue elegido arconte, con poderes ilimitados, Solón, para que curara con una nueva ley la enfermedad del Estado que él mismo, lleno de experiencia, había descrito en su gran poema didáctico en tono admonitorio, hizo más que Carondas en Catania o Seleuco en Locroi, o Dracón en la misma Atenas una generación antes. No estableció el derecho vigente para que encontrara en la legislación un límite al capricho nobiliario, sino que mediante la fuerza mágica viril y severa de la ley transformó a un pueblo en una polis. El antiguo derecho debe poder ser infringido algunas veces por causa del nomos, y allí fue infringido. Las servidumbres por deudas de los campesinos fueron extinguidas, los privilegios de la nobleza y de los ciudadanos fueron abrogados. Allí sólo de todo el mundo griego, un pueblo entero fue admitido al disfrute del pleno derecho en la forma de la polis. La graduación según la propiedad se convierte en el fundamento natural de la constitución militar defensiva y de los derechos civiles. Con el mínimo cambio de las formas externas, todas las instituciones de la vieja constitución, el consejo, el arcontado, incluso el Areópago, reciben el nuevo espíritu el espíritu de la libertad e igualdad política. Colaborar en el común es a la vez un derecho y un deber; quien en una revolución no toma partido, pierde el derecho de ciudadanía. Allí realmente es Atenas es el espíritu de cada ciudadano. La asamblea del pueblo es la fuente de todas las decisiones soberanas, y no sólo es ella cuerpo electoral y órgano legislativo, sino también tribunal e instancia de apelación. Sin embargo, la estratificación según categorías censitarias, que se establece en el pueblo, da a la movilidad de la democracia un elemento de fijación.
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