TRATAMIENTO DEL CUERPO HUMANO EN EL ARTE GRIEGO (II)

Los griegos han conquistado la plástica de la figura humana en un avance que ocurre en el siglo VII a.C., es decir, contemporáneamente con el templo de piedra.  Hoy conocemos los estadios anteriores: ídolos que sólo se aproximan a la figura humana y la indican sólo mediante atributos sexuales.  En el siglo VII surge la idea de que el mismo cuerpo del hombre puede copiarse tal cual es, vida libre y plena.   Al mismo tiempo, la pintura de los vasos abandona el estilo geométrico y el orientalizante de los monstruos mixtos de figura animal, y pasa al tema humano.  El desarrollo es por ambos lados tan lanzado, y en instructivo sentido, tan telelológico, que se olvidan por completo los siglos que ha costado y las formas previas de que procede.  También la imagen griega del hombre surge de repente como un milagro, lo mismo que el templo y a la vez que él.  A partir del Cleóbis, de Polimedes, de Argos, de los kuroi, y de la diosa en pie con la granada, un rápido progreso, que aporta novedades de decenio en decenio, conduce a la cumbre del siglo V.  Hacia el año 600, trabajan ya numerosas escuelas artísticas en Creta, en las ciudades jónicas, en Atenas, en Corinto y en las islas.  Brillan los primeros nombres de artistas.  La Atenas de Solón suministra los más hermosos vasos, dioses y hombres.  Motivos egipcios, asirios, asiánicos y fenicios se van transformando sin cesar en esencia griega, lo mismo que las formas decorativas exóticas en el templo.
La maravilla que acaece es inimaginable.  Las estatuas juveniles del siglo VI no sólo están formadas por todos lados como el cuerpo humano, sino que tienen como éste su fuerza de tensión desde dentro.  El mármol de Paros de que están formadas vive.  No están estiradas en un sistema invisible de planos y ejes, ni sujetas a un sistema de conducción, ni sostenidas por contracciones exageradas de músculos y por valores expresivos, sino que son libres, descansan en sí mismas y se mueven de por sí.  El cuerpo humano se ha convertido en medida y sentido de todas las cosas por primera vez en la historia.
Esta maravilla acontece al mismo tiempo con la imagen cultural y con el exvoto, esto es, con el dios y con el hombre.   La piedad griega separa marcadamente a los dioses de los hombres; transgredir esos límites es pecado.  Pero el arte tiene la libertad -y jamás fue tomada con más amplitud- de suprimir esta diferencia en la esfera de la belleza.  El arte ve y conforma a la divinidad plenamente como cuerpo humano, es decir, el cuerpo se ha convertido para el arte, si no en divinidad, en templo vivo.  ¿No es ello necesario cuando el hombre es puesto como medida de todas las cosas?  en este sentido es la plástica la más griega de todas las artes, como aquella que siempre fue sentida por los ojos.  el pecado que en ello podía verse lo suprime el arte mediante la representación del hombre nunca de otra manera que en relación con los dioses: como exvoto a ellos dedicado, como actuante en su culto, como luchando por ello al luchar por la polis.  No hay en el arte griego de la gran época ninguna representación del hombre particular, y por eso ningún arte del retrato.  Pero lo opuesto en este caso al hombre privado es -ambas cosas a la vez- tanto el hombre que está en su ciudad, como el hombre que se presenta ante sus dioses.

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