CIRILO, CONSTANTINO Y METODIO

Frente al Islam sólo había diferencias; sólo en época ulterior  se empiezan a borrar los contrastes y se aproximaron la cultura bizantina y la mahometana sobre el suelo de Asia anterior.  Pero los eslavos son, desde el principio mismo, el gran campo de expansión del cristianismo y del Imperio.  Grandes pueblos cristianos con su propia interioridad y audacia en la fe, famosas iglesias y monasterios populares y llenas de sacros tesoros surgen por doquier.  En los eslavos occidentales y en la parte occidental de los eslavos meridionales es ello obra de la misión alemana, pero en el Oriente toda la siembra es de Bizancio.  Donde estamos bien informados de la conversión al cristianismo procede de claros cálculos políticos de los príncipes, así, en el caso del khan de los búlgaros Boris, así en el de Vladimiro, que hacia el 990 hace pasarse al cristianismo al estado de Kiev.  También hubo al principio resistencias extraordinariamente fuertes, sobre todo entre la nobleza, las cuales hubo que vencer.  Pero los pueblos eslavos absorbieron el cristianismo con singular facilidad, pues resultaron ser extraordinariamente permeables al nuevo credo.
Que bajo capa de movimientos políticos ocurriera un cambio profundamente íntimo no es la única dialéctica que opera en la misión procedente de Bizancio  Hay otra, que con el paso al cristianismo hace aptos a los pueblos eslavos por primera vez para la capacidad político histórica, y a la vez ocasiona toda clase de divisiones, nuevos extrañamientos y precisamente entre los eslavos del Sur, la división de la antigua unidad.  En la historia de los apóstoles de los eslavos, Constantino y Metodio, está contenida toda esta dialéctica como una leyenda grandiosa.  Cuando Rotislav de Moravia pidió al emperador Miguel III que le mandara un obispo e instructor que enseñara en lengua eslava la fe cristiana, estaban en juego claramente puntos de vista políticos, a saber, la lucha de los príncipes moravos contra Luis el Germánico.  Pero apenas comenzaron los dos hermanos su obra pastoral o misionera, a la que pertenece especialmente la liturgia en lengua eslava y la traducción de los libros santos, se encontraron en conflictos con el clero bávaro, con el arzobispo de Salzburgo, con Roma, y a la vez en medio de las luchas del gran imperio moravo con otros pueblos eslavos: la oposición de ambas iglesias influye constantemente.  En 885, parece haber fracasado toda la obra de misión; en 907, el mismo gran imperio moravo es destruido por los magiares.  Constantino, ya por entonces, hacía mucho (869) que había muerto, como su hermano Cirilo, en un monasterio de Roma; Metodio muere en el año en que su obra se derrumba; sus partidarios huyeron a Macedonia y a Bulgaria.
Con todo, la idea de los dos hermanos de crear una iglesia autónoma dedicada a los pueblos eslavos, había echado raíces y se había extendido con profundidad y extensión mayor que los enemigos temían y los mismos fundadores imaginaban.  El gran invento de Constantino, la escritura eslava, su hazaña lingüística de crear el antiguo eslavo eclesiástico sobre la base del búlgaro antiguo, y además, la traducción de los Evangelios, los salmos y una parte de las Epístolas de los apóstoles: esta trinidad engendra el fecundo inicio del que no sólo han surgido la literatura rusa, búlgara y serbia, sino toda la vida espiritual del mundo eslavo, en el último término también, y por muchos rodeos, creación de un bizantino erudito, que se había educado en la alta escuela de la ortodoxia en el círculo de Focio, y que por destino y vocación en hora decisiva se orientó hacia el eslavismo.  Esto es más que una hazaña personal, también en su sentido.  El cristianismo de cuño bizantino dio a los pueblos eslavos su alma, y a los estados y culturas eslavos su espíritu.  El caso máximo, el ruso, es también el más significativo. Vladimiro abrazó el cristianismo por cálculos políticos.  Su hijo Yaroslav, según nos cuenta la crónica de Nestor, el que construyó la gran fortaleza de Kiev con la puerta de oro y fundó la iglesia de Santa Sofía como metropolitana, gustaba de los sagrados cánones, estaba dedicado a los libros y los leía noche y día.  En  los siglos siguientes, Rusia, sólo que con Moscú como centro, se convierte en gran potencia en Oriente y ya casi en heredera de Bizancio, con ceremonial bizantino y la doble águila en el escudo, en tercera Roma.

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