Porque la individualidad del hombre se conquista en una emancipación y es mantenida como autonomía, se ve continuamente la tensión con que es sostenida. En los pequeños, basta la vanidad, el afán de valer y de ganar. En los medianos, actúan la fuerza y la terquedad; en los grandes, profundas energías morales. La doctrina de la Estoa celebra por tercera vez en Europa sus triunfos. En los tiempos heroicos de Florencia, domina como en la época de los Escipiones en Roma.
Es ella también la que suministra al hombre el conocimiento de sí mismo. Surge una extensa literatura sobre las pasiones del alma, sobre los movimientos de ésta, los temperamentos y caracteres. Todas las confesiones, monólogos, penitencias, en que se desplegaba y agitaba la piedad medieval, siguen estando actuando al paño. Pero en esto, se manifiesta el proceso de secularización como claro giro de la voluntad:: el individuo emancipado ya no se confiesa más, sino que medita, ya no lucha con Dios, sino que se estudia a sí mismo. La doctrina estoica de la omnipotencia de la naturaleza y de la sublimidad de sus leyes es, precisamente, el planteamiento exacto de aquello que el hombre ahora quiere. Se hace consciente de su fuerza al reconocerse como naturaleza, y descubre la conexión de fuerzas que en él operan. Expulsado del mundo de lo santo como un condenado voluntario, liberándose de aquél, se reencuentra a í mismo como naturaleza causante y así se convierte en santo él mismo.
En este siglo hay una multitud de existencias humanas que encuentran su satisfacción plenamente en lo terrestre, de modo que ni la riqueza ni la pobreza los conducen al más allá. Por eso se llevan todo lo que de fuerzas y excitaciones , de alimento y veneno, hay oculto en este mundo terrenal, y lo absorben en sí como con mil órganos. Toda la jugosidad y brutalidad de la vida, todo el brillo de la sensualidad y de la voluntad diabólica irradia de los rostros de estos tiranos, condottieros, papas, grandes burgueses, artistas y literatos. Virtù es todo lo que puede realzar al hombre en sí y en el mundo.
En los casos máximos, el realce del hombre conduce a la madurez de una existencia polifacética. El uomo universale no sólo sabe, puede y domina todo, sino que a la vez lo vive todo. Las cosas de la tierra, en particular las hermosas, son amadas con una pasión que limita con lo santo; árboles, hermosos animales, paisajes, conmueven hasta las lágrimas. Pero la misma belleza del mundo no afluye simplemente sino que es arrebatada, como el hombre se arrebata a sí mismo, es conquistada por asalto y descubierta con celo. Y lo mismo que en la naturaleza humana, en todos los reinos del mundo luce una conexión regular, que puede ser percibida por la experiencia, imitada con el pensamiento, y, por consiguiente, comprendida y dominada. Todos los hombres creadores, y también los artistas plásticos, son pensadores, están hambrientos de experiencias y son de espíritu inquieto. El arte es, precisamente, en los más grandes, casi sólo un camino entre otros para la conquista del mundo. Quizá es precisamente por eso el arte tan magnífico, pues con ello queda incorporado no a toda la vida de un pueblo, sino a toda la existencia de una aristocracia de la cultura, de la propiedad y del señorío. "Aquel Narciso", dice Alberti en su tratado de la pintura, "que vio su imagen en el agua y tembló ante la belleza de ella, fue el verdadero inventor de la pintura". No es la similitudo, sino la imago, no es la semejanza en la en la que transparece un mundo más alto, sino la cosa terrena, cual brilla en su belleza, el objeto del arte, cuales también el objeto de la pasión y de la vida. En la cumbre del Renacimiento florentino, y luego en la Roma de Julio II y de León X, el arte se convierte en la más pura expresión de la época; porque es apto de encerrar por completo el mundo sensible. Con una corporeidad, realidad y altura terrenal, que no significan naturalmente la vuelta a la antigüedad, pero sí durante un breve tiempo, la victoria de la mundanidad en el arte, a partir de Donatello, las esculturas y pinturas se mantienen libres y poderosas en su espacio: desde Masaccio, la pintura vence la amplitud del espacio pictórico y la corporeidad de las figuras movidas. Cada paso hacia la realidad es logrado mediante estudio, y cada paso es a la vez un avance hacia la belleza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Me interesa mucho su opinión. Modero los comentarios exclusivamente para evitar contenidos inapropiados.