La migración de los germanos del Norte es en el tiempo la más tardía, en la duración la más infatigable, en los caminos y objetivos la más complicada y lejana, y en el espíritu la más audaz de todas. No es el caso típico, pero sí el extremo de la migración y del germanismo en absoluto: navegación de altura de catervas guerreras bajo jefes electos, sin patria ni atrás ni adelante, puras en su objetivo de aventura y botín. Durante siglos, el espacio nórdico expulsa de sí tales grupos perdidos. Cada consolidación de un orden soberano en casa nutre el proceso aventurero, pero también donde en los territorios conquistados se forman ordenaciones estatales, los libres y los revoltosos son empujados más allá, de manera que el Occidente, en todo su contorno, está rodeado de hogares y focos accesorios de vikingos.
Instrumento y arma de las navegaciones que mantienen en terror a Europa desde los tiempos carolingios, es el barco esbelto y de elevada curvatura, que es igualmente bueno para los ríos y para la alta mar y que también puede ser sacado a tierra, espléndidamente equipado para navegar, y en las manos de su piloto en grado extraordinario. Sobre estos corceles de las olas, recorrieron los vikingos en el siglo IX y X todas las costas, desde el Mar Glacial hasta África, desde el Mar Caspio a Groenlandia y Norteamérica: quizá los hombres más audaces de la historia universal, y a la vez los primeros europeos, en el sentido de que para ellos toda esta parte del mundo -no sólo en la angostura en la que estaba comprimida, sino en toda la amplitud que había de tener un día- les fue conocida desde los caminos marítimos. Que el gran camino oriental a través de los ríos de Rusia, el Mar Negro y el Bósforo se enlaza con l occidental en España a través de Meditrráneo, les estuvo a ellos plenamente presente.
En tres direcciones empujan las energías germánicas del Norte y en todas ellas se imponen hasta el fin, desde luego, que sin conexión de unidad y sin plan estratégico;sólo a posteriori, provoca el trazado de sus viajes en una carta, la apariencia d que se hubiera calculado todo el espacio y se debiera abarcar Europa todo alrededor. En el Norte, se establecen, desde fines del siglo VIII, en las Islas Británicas; hacia el 860, se alcanza Islancia -la lejana Tule-; en el siglo siguiente Grienlandia y América. Hacia el Oeste, devastan las costas de Francia, desde Carlomagno, y cuanto más débil se vuelve el Imperio, más profundamente penetran tierra adentro. Poco después de la mitad del siglo X, penetran, por primera vez desde el Oeste, en el Mediterráneo; Provenza y Toscana tuvieron que recibir sus huellas, Roma tembló ante ellos. Hacia el mismo tiempo en el Este, los normandos de Suecia alcanzaron el Mar Negro y se atrevieron a un primer ataque contra Constantinopla; una generación después se encuentran en el Mar Caspio y Persia.
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