DOMINIO SACERDOTAL EN EGIPTO

El hombre es el centro del mundo egipcio, y la imagen del hombre es el objetivo central de su arte.  Sólo que esto no significa que el hombre sea la medida de todas las cosas, sino, por el contrario, que él es medido con las mismas medidas y ligado a las mismas ordenaciones que todas las cosas y caminos.  La forma clásica de la imagen humana fue inventada completamente al principio de la historia de Egipto y siguió siendo la misma de modo innegable a través de todas las variaciones del arte.  Hasta el canon artístico está fijado esquemáticamente ya en la época de las pirámides.  Las dos liberaciones que los griegos del siglo V a.C. lanzaron al mundo son esencialmente ajenas al arte egipcio: la entrega de los ojos a la impresión visual, de lo cual la expresión resumida es la perspectiva, y la liberación de la figura humana hasta mover en todas las direcciones sus miembros.  El bulto redondo sigue tenso dentro de un sistema de planos que se relacionan en  paralelas y en ángulos rectos.  La superficie en los dibujos y relieves sigue ligada hasta el final  la imagen humana, inventada temprano y vista genialmente con su máximo de características corpóreas y su mínimo de escorzos y cruzamientos.  Pero, tanto el sistema típico de dibujos como el bulto redondo ligado a las formas cúbicas, son creaciones de estilo sumamente fecundo.  Hacen posible el movimiento más vivaz y la expresión más fuerte, como también la característica individual del retrato, y con todo mantienen al conjunto en un sistema de dirección. Grandes composiciones y, en los cuadros de batallas de la época tardía, hasta escenas de masas son completamente posibles sin ruptura de la forma fundamental.  El contenido representativo de lo simultáneo y de lo sucesivo puede, precisamente porque falta el punto de vista individual y porque la figura aislada no se ha liberado con plenitud, ser agotado con tanta mayor riqueza.
La cultura egipcia está tan puramente construida, según el propio sistema de dirección, que el modo de su muerte es a la vez dependiente de su plan estructurado.  Pues apenas puede imaginarse que un sistema de dirección, que se funda en la permanencia, pueda terminar de otra manera que cayendo en las manos de los sacerdotes.  Este destino viene seguro; su advenimiento es lo único histórico en esta permanencia.  Durante un milenio se prepara esta "decadencia", y también ella está marcada con el signo de la duración.  Durante más de mil años se mantiene estático aquel último Egipto que los griegos, de modo comprensible, extendieron hasta los comienzos como antítesis de su propio ser.
Desde el comienzo del Imperio Nuevo crece el número de los sacerdotes, que se convierten en casta hereditaria; crece la unidad de su organización y su influencia política, aumenta la riqueza de las fundaciones templarias.  Desde la victoria de Amón-Ra sobre la herejía de Akhenatón, el clero de Tebas alcanza un poder como el del faraón; se forma el estado sacerdotal qeu más tarde describe Diodoro de Sicilia.  Las fiestas de Amón son cada vez más largas y numerosas, sus propiedades incalculables; los dioses devoran Egipto.  Cuando Tiglat-Pileser I atacó hacia el 1100 a.C. ya no fue el faraón, sino el sumo sacerdote, el que representó al Imperio en ruinas, que estaba gobernado por oráculos de Amón.  A partir de entonces decae Egipto en la teocracia de los sumos sacerdotes de Tebas, y en el reino del Bajo Egipto de la vigesimoprimera dinastía con sede en Tanis; y cuando también Tebas, a su vez, quedó sometida a los reyes de Tanis, el estado de sacerdotes -la primera teocracia real de la historia universal- sigue siendo un mundo por sí.  El destino histórico de todas las teocracias es la dominación extranjera.  El foco primero del dominio líbico, y después de siempre nuevas dominaciones extranjeras es el Delta; el estado eclesiástico en la Tebaida sigue existiendo como un Egipto petrificado, sólo que junto a él se forman otros principados espirituales.  Pero todo el Sur se convierte en territorio secundario y sin historia.  Las fuerzas políticas que, llegando del inmenso mundo dominan en el Delta, lo atacan en la medida en que necesitan de él. 

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