EL JUDAÍSMO

Como un hilo rojo se extiende a través de la historia de los imperios orientales el destino del pueblo judío. En la migración de Habiri que penetra en el siglo XIV .C. en Siria y Palestina los iraelitas ocuparon con lucha el país de los cananeos, primero la montaña de Efraim, después, a partir del siglo XII, también las ciudades y los llanos; desde el sur emigran algo más tarde la tribu de Judá, los edomitas y otras tribus de beduinos.  La unidad política de todas las tribus israelitas, que crearon Saúl y David en luchas con los filisteos e intestinas, se rompió pronto.  Desde el 926 a.C. ya no hubo unidad política sino muchas guerras civiles entre Israel y Judá.  Como todos los restantes estados menores en la zona intermedia entre Egipto y Asia Anterior, los reyes de los estados oscilan entre las grandes potencias y más veces juegan con la carta mala que con la buena, si bien los profetas, que aparecen desde los comienzos del peligro asirio, suelen aconsejar lo acertado.  En las sangrientas luchas con los arameos, Israel es desgarrado.  el final es que pasa a ser provincia asiria en el 722 a.C.; la mayor parte de la población propietaria es deportada.  La catástrofe del reino meridional ocurre 125 años más tarde: Nabucodonosor II vence a Jerusalén, que contra el consejo de Jeremías se había puesto de parte de Egipto, y primero a los guerreros y luego a todo el pueblo, se lo lleva a la cautividad de Babilonia (597-586 a.C.).
En esta historia catastrófica, enredada de modo insoluble en la confusión de los pequeños estados sirios, y en la lucha de poder entre las grandes potencias, se cumplió con incómoda consecuencia el íntimo destino del pueblo judío: la transformación del estado, continuamente desgarrado y destruido, en una tenaz Iglesia, la transformación del pueblo en una comunidad ritual sin patria fija.  Las etapas de este proceso interno están condicionadas por los golpes fatales de la política y son a veces la respuesta a éstos, pero entre unos y otros están enlazados como el progreso de una decisión.  En el culto sin imágenes que tuvo su centro den Siquem y en la idea de la alianza entre Yavéh e Israel, cuyo más antiguo documento es el "Libro de la Alianza" (Éxodo), está señalado todo el camino del judaísmo.
En el año 841 a.C. un grupo de fanáticos bajo la dirección del profeta Elías derriba la dinastía nacional de Omri, que estaba ya en camino de unir de nuevo y fortificar a Israel y Judá.  Esta revolución religiosa que se sirve del capitán Jehu, se hace en nombre del culto puro de Yavéh, es decir, según las ideas del poderoso profeta Elías, que inauguró la lucha contra el culto a Baal.  Toda la casa real fue sangrientamente aniquilada.  Pocos años después, también en Judá son muertos los sacerdotes de Baal, sólo que allí no realiza el cambio un movimiento revolucionario profético, sino el sacerdocio oficial, y él es quien cosecha sus frutos.  el resultado es en ambos casos que el pueblo "hace una alianza con Dios" y se convierte en "el pueblo de Yavéh".  Una iglesia sin poder político, pero concentrada alrededor de una invencible idea de Dios, se constituye en medio de las crisis políticas del Asia Anterior.
El siguiente paso acontece bajo el rey Josías, que en el año 638, después del asesinato de su padre, es convertido a los ocho años de edad en el rey de Judá y como un instrumento en las manos de los sacerdotes.  El impulso lo da de nuevo la doctrina pura de Yavéh, que es expresada por primera vez por Amós y Oseas, y formada por Isaías en toda su dureza y magnificencia, y más tarde continuada por los profetas posteriores de acuerdo con los acontecimientos contemporáneos que viven: Yavéh es el dios único y celoso que castiga a su pueblo pero nunca lo repudia; a los ojos de Él, el culto de Baal es un crimen; quiere ser venerado sin imágenes, tiene su trono en el templo de Sión y por eso es sólo Jerusalén el lugar de su culto.  Este es el punto en que la doctrina de los profetas viene a coincidir con los intereses de los sacerdotes de Jerusalén.   En el año 622 encuentra el Sumo Sacerdote Qiqiya en el templo el "Libro de la doctrina" y en este libro el rey y el pueblo hacen su pacto con Yavéh.  El culto es purificado según la nueva ley, la clase sacerdotal obtiene privilegios como su custodio, los lugares de culto en el país son destruidos, los mandamientos de purificación son elevados a signos del pueblo escogido.  El nuevo libro de la ley que traduce las exigencias morales de los profetas en un sistema de prescripciones rituales adquiere su vestimenta histórica como palabra de Moisés a su pueblo antes de la conquista del país. En el Deuteronomio tenemos, por ejemplo, el libreo de la ley introducido bajo el rey Josías y toda la historia legendaria, como también la de la conquista de la tierra prometida y la relativa a la época de los reyes, que fue reelaborada conforme a ésta.  Sólo a partir del Deuteronomio existe el dogma judío de que este pueblo es el pueblo de Dios por excelencia, sin poder, pero puesto por encima de todos los demás pueblos; pisoteado y, sin embargo, escogido, no por su justicia, sino por el pecado de los paganos.
El último y decisivo paso sucede en relación con el regreso desde la cautividad en Babilonia.  En la escuela de los deuteronomistas, se reelaboran durante el destierro los antiguos textos, mientras que se llenan de teología, transformándose en teología histórica cuyo pensamiento central es el juicio penal de Dios.  Ezequiel, menos profeta que sacerdote fanático, cuyo espíritu es una mezcla de éxtasis visionario y de seco formalismo legalista, predica su teología absoluta de la omnipotencia de Dios, de la impotencia de la criatura, del honor de Su nombre como único sentido de la historia.  Hacia fines del destierro, anuncia el Deutero-Isaías con fogosa lengua la ruina de Babilonia, la marcha victoriosa del "ave de presa de Oriente", es decir, el rey de los persas Ciro, y por medio de todo esto la magnificencia de Yavéh que libera a su pueblo.
Como Ciro, el iniciador, dio la orden de que regresaran los judíos y se reconstruyera el antiguo templo (538 a.C.) -uno de sus numerosos edictos de pacificación del Imperio destinado al ordenamiento jurídico de las diversas comunidades religiosas dentro del marco de su unidad-, el pueblo, nacionalmente desarraigado y teológicamente reconstruido, estaba dispuesto para su futuro destino: la transformación del pueblo de Israel en la realidad universal del judaísmo.  La reinstalación en el país y, en particular, el asunto de la construcción de las murallas del templo sufrieron de las dificultades del retorno.  Quedaron atascados cuando la fuerte mano del rey de los persas faltó entre las confusiones de la época de Cambises y Darío.  No por las propias fuerzas de los judíos regresados, sino por iniciativa de la comunidad que quedó en el destierro de Babilonia y por la presión que hizo el rey Altajerjes, se llegó al fin al orden en Palestina.  El sacerdote Esdrás fue enviado con plenos poderes para introducir la ley de Yavéh, a la vez "ley del Rey", es decir, ley imperial especial para los judíos en Palestina.  Cuando fracasó en su primer ataqeu contra los matrimonios mixtos, ocasionó el envío de Nehemías, y éste se impuso como lugarteniente del Rey.  Bajo él se terminó la muralla, el libro de las leyes de Esdrás fue promulgado y convertido en ley fundamental del pueblo judío (445 a.C.). Este libro de la ley respira el espíritu de Ezequiel; forma el final de la elaboración teológica del tiempo del destierro y lo tenemos esencialmente en los libros centrales de Moisés.  Con su aceptación "con juramento" el judaísmo se convierte en comunidad de Yavéh, el culto sacerdotal en Jerusalén en el centro metafísico de ésta, el ritualismo de la circuncisión, de la santificaciónd el sábado, de las prescripciones sobre comida y purificación pasan a ser signos y medios de unión que abarcan a toda la diáspora.  La afirmación de que la teocracia coincide con la dominación extranjera no sólo tiene aquí el valor general, sino que ya lo significa con el acto de su fundación.  Ni la patria, ni el pueblo, ni el estado y objetivos políticos concretos, sino una "Ley", y una doctrina de salvación forman la sustancia de la realidad del judaísmo; el pueblo está esparcido y sin derechos, el país es una provincia persa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Me interesa mucho su opinión. Modero los comentarios exclusivamente para evitar contenidos inapropiados.