SANTO TOMÁS DE AQUINO (I)

Entre tanto, en la Facultad de Artes de París ocurre la gran irrupción de la razón hacia sus nuevas exigencias y objetivos: la historia de la recepción de Aristóteles está confundida con ella de modo múltiple.  Entre 1150 y 1250 son conocidas en Occidente las obras de Aristóteles, primero la Lógica, por último la Política, todas, por de pronto, en traducciones del árabe comentadas por árabes.  En 1210 están todavía prohibidas, en 1230 comienzan a ser discutidas; en 1245 comienza Alberto de Bollstädt su enciclopedia del saber aristotélico, y en 1255 la lucha sobre Aristóteles está decidida y la herencia de la filosofía clásica es abiertamente recibida en el mundo occidental.  se podría decir que esta herencia pagana es aceptada y utilizada precisamente en sentido contrario que la herencia cristiana de la basílica. Mientras que ésta se mantiene como forma fundamental, desde luego que interpretada de manera más audaz y renovada desde dentro, en "Filósofo", por intangible que se estableciera su autoridad en cosas del saber profano, no es utilizado como forma fundamental, sino como fermento y medio de construcción; no como totalidad, sino como in partibus.  Los pares de conceptosaristotélicos de materia y forma, de potencia y acto, y la ordenación aristotélica del reino del ser, son trasladados con el pensamiento a la sistemática neoplatónica de la teología primitiva, junto con ésta, pero todavía dentro de los grandes y firmes dogmas de la Cristiandad, sin cambiar ni uno de ellos.  Desde luego el efecto de esta inyección es tan fuerte que el contenido concreto de la fe se convierte en fórmula sistemática del mundo,edificada de conceptos racionales, como luego acaece realmente en Tomás de Aquino.
La alta escolástica de los dominicos es una lucha por Aristóteles contra los franciscanos, pero, a la vez, no deja de ser una lucha contra los averroístas, que de Aristóteles derivaron un naturalismo enemigo de la fe, es decir, que es siempre una lucha contra Aristóteles.  En los conceptos de los que ha de ser construido el edificio se elabora desde el principio la tensión de la polémica y la violencia de la ortodoxia experimentada, y sólo con esto se convierten en aptos para soportar su santo objeto.  El problema constructivo de que se trataba ya lo vio claro Alberto Magno, y Tomás de Aquino lo resolvió plenamente.  Se trataba de sacar de todos los juegos de la razón las piezas fundamentales de la revelación cristiana: la creación del mundo, la majestad absoluta de dios frente a la criatura, el misterio de la Trinidad y el de la Encarnación; pero, a la vez, de explicar ante la luz natural de la razón el don del conocimiento racional hasta la causa final absoluta, hasta la conciencia de esencia y existencia.  La gradación del reino del ser, en la cual a cada uno le está ordenada una perfección especial, se erige desde la materia muerta, a través del hombre y del querubín, hasta el puro espíritu creador; esto era, en verdad, Aristóteles, pero pensado a partir de él.  Con todo este movimiento ascendente está acusado desde arriba, obra de la omnipresencia divina e intranquilidad del ser hacia Dios -y tal es el misterio de la misericordia cristiana en la concepción agustiniana-.  Con esta doble realidad se tienden, rentan y abovedan los conceptos racionales, apoyándose el uno al otro y todos mutuamente, pero hacia el punto final del infinito corren todos de modo convergente, y no es que su tensión inmanente lo sostenga, sino que es el infinito el que cierra y soporta el sistema de los conceptos.  Razón y fe están plenamente juntos, pero no en estado de mezcla, sino de clara tensión.  En particular, la razón , en los grandes temas que le fueron planteados, se encontró a sí misma y halló su ley autónoma. Es de indecible significación para nuestra historia, la del espíritu occidental, que la idea de ciencia no surgiera por primera vez en campos heterodoxos y llenos de resentimiento, sino en la autorizada actitud de la ortodoxia.
Del mismo modo permanece la razón también en esto inquieta y fiel a su impulso de equilibrar todas las oposiciones.  En la mística alemana del maestro Eckart no sólo se esfuerza audazmente por llegara sus límites, sino también hasta sus abismos, como si cayera de una altura infinita.  El ser de Dos se torna ser de todas las cosas, la chispa del alma se convierte en punto vivo del tráfico del proceso universal, que vuelve a refluir de Dios a Dios.  El conocimiento mismo en la cumbre de su perfección se hunde en la nada de la Divinidad.  Al mismo tiempo, el nominalismo de los dos grandes franciscanos Duns Scoto y Quillermo de Ockam disparan sus pensamientos que conmueven a la época y a los espíritus, y en ellos se trasciende el conocimiento en cierta medida hacia la otra parte. Descompone en absoluto el pensamiento del orden racional, ya no reconoce universalia in rebus, sino sólo un diluvio de posibilidades, de las que el capricho de Dios saca la realidad y termina en la paradoja de que lo único plenamente seguro es el milagro y la fe que lo acepta: la fe, o también la observación empírica de los hechos y el soberano acto de voluntad que impone cada una de las decisiones.  El moderno empirismo, criticismo y positivismo, todas las formas de escepticismo frente a la capacidad de la razón, pero también todas las doctrinas del absolutismo de la voluntad del estado y de la soberanía del pueblo están ya hacia 1320 ahí, como pensamientos y como poder.  Desde el momento en que ella construye su reino, la razón crea contra sí misma todas las antítesis y piensa su propia autonomía.

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