EUROPA Y LOS NUEVOS PUEBLOS

En todas las potencias mundiales que aparecen en primer plano desde la segunda mitad del siglo XIX -en la Unión norteamericana, en Japón, en Rusia- está invertido un trozo de Europa, extendido sobre el macizo de partes enteras del mundo, instalado sobre los resortes de razas y vitalidades extrañas, sumido en un alma cuyas tensiones e impulsos son imprevisibles.  Pero también con ello las posibilidades que están ocultas en las invenciones  modernas se tornan imprevisibles.  Formas de alto capitalismo, formas de socialismo se desarrollan, ante las cuales todo lo europeo resulta de artesanía.  Partes del mundo enteras son electrificadas, pueblos de muchos millones de habitantes son organizados como fuerzas productivas industriales.  Ahora, por primera vez, el movimiento industrial se torna verdaderamente universal.  Convertirse en universal era desde el comienzo su tendencia y la fe en que lo era pertenecía a su ideología.  Pero se hace universal mientras se aleja del Occidente , y eso no estaba previsto en aquella ideología.  El germen virulento fue criado en Europa, infectó a todo el planeta, pero con ello despertó los espacios y potencias extrañas.  Lo que en Daumier era un apunte genial e insensato, aquí se convierte en realidad en la historia universal.  Un progreso que da la vuelta y se vuelve con su punta contra aquel que lo inició es desesperadamente semejante a una imagen en el espejo que se levanta contra su original.
Sin embargo, ante la potencia de esta realidad de la historia universal, falla tanto la comparación de la imagen en el espejo como la fórmula del encuentro de Occidente consigo mismo.  Ambas valen sólo en cuanto se miran al aparato externo, a la técnica, a la competencia en los mercados mundiales y efectos de las armas.  Pero en realidad acaece mucho más: no sólo un retroceso, sino una irrupción; no sólo un reflejo con incómodo carácter de realidad, sino una realmente nueva configuración de la tierra política, una carga de espacios lejanos con energías de historia universal.
Esto lo ha causado el siglo XIX.  Este siglo es mucho más poderoso de lo que nosotros mismos podemos calcular.  Quien lo considera puramente dentro de Europa nunca le hará plena justicia.  La tremenda fecundidad que desarrolló en el estrecho espacio del Occidente es a la vez sólo el eco de su temática en la historia universal.  No sólo ha soltado a los pueblos occidentales de sus saludables vinculaciones, y no sólo los ha conducido según percibieron todos los espíritus conservadores, hacia peligrosas fronteras más allá de éstas, sino que también ha dado un toque de alarma al continente americano y al asiático hacia un futuro que comenzó con él.  Europa ha actuado sólo de un modo descendente.  La fórmula de que el Occidente se encuentra a sí mismo, justa para el comienzo, hace tiempo que se convirtió en una perspectiva inadmisible.  El siglo XIx es un proceso planetario: por primera vez en la historia de la humanidad ha ocurrido tal cosa.
Con esto el destino del Occidente está completamente cambiado desde fuera.  Europa está ahora otra vez estrechada, apretada, es de nuevo "pequeña"  ¿Corresponden las cantidades y dimensiones que tiene que aplicar en absoluto a los órdenes de dimensiones en que piensa la producción, el tráfico, la política del siglo XX?  El futuro parece que pertenece unívocamente a las grandes potencias que han surgido nuevas.  Además, el Occidente es una página bien escrita: se cree saber aproximadamente de quién hay que guardarse.  Pero allí hay evoluciones que han empezado por primera vez, fuerzas latentes que son imprevisibles.  Las nuevas potencias mundiales no son ni de hoy ni de ayer, su historia se remonta a tres siglos, a un milenio, a dos milenios y medio.  Pero no sólo la figura con que existen en los albores del siglo XX, sino también el estado del mundo que han creado es presente que ha surgido en una noche y futuro que entra violentamente forzándolo todo.
Hay en la historia universal de Europa muchas situaciones dialécticas y muchos cambios.  Pero ninguno es tan profundo, ninguno tan fatal para Europa como el del siglo XIX.  Pues entonces concibió el Occidente pensamientos que no podían ser pensados en él por completo hasta el fin, imaginó medios de poder que primero le sirvieron a él, pero que luego se harían universales.  Y al mismo tiempo surgen en la anchura de las partes del mundo no europeas las grandes potencias que apresan los pensamientos universales de la técnica europea; ya en el proceso de su ascensión influyó tal pensamiento de modo decisivo.  Este giro dialéctico se inicia en el siglo XIX, y en el XX se realiza del todo.  En él la historia universal de EUropa se convertirá en historia universal de toda la Tierra.

2 comentarios:

  1. Esta muy bueno pero no puedo copiarlo para un ensayo :[

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    1. Le recomiendo mi libro EUROPA: ORIGEN Y JUSTIFICACIÓN, dispobible en AMAZON en papel y en LA CASA DEL LIBRO en formato digital. Muchas gracias por su comentario.

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