LA PREHISTORIA DE UN ANIMAL LLAMADO "HOMBRE"

Es bien cierto que el hombre no puede ser comprendido -aunque sí definido- como animal.  La íntima y exacta correspondencia entre organismos y ambiente, entre necesidades vitales e instintos, que puede comprobarse en cada animal, en el hombres, ya en su estructura corporal y en su organización anímica, no se da, a no ser que se pongan en la cuenta de resultados una serie de aptitudes específicamente humanas, por ejemplo, la aptitud de coger con la mano utensilios, de orientarse, de hacer experiencias y emplearlas bajo distintas circunstancias.  Cuesta trabajo admitir que el hombre ha sido equipado defectuosamente por la naturaleza, que como ser natural no es propiamente viable desde que admitimos que es el único mamífero que no se puede valer por sí mismo en los primeros -como mínimo- ocho años de su vida.  Se pone ficticiamente al hombre como animal para concluir después en cuanto es incompleto e inviable.  Pero no se le puede quitar al hombre lo que lo hace tal, si se quiere juzgarlo, y calcular sus oportunidades.  Valores comparables y, por decirlo así, pareja igualada en la economía de la naturaleza con la maravillosa adaptación de sus órganos e instintos al ambiente; por no hablar de todas las capacidades y posibilidades propia y exclusivamente humanas.  El ser humano aparece en el Mundo no como un animal maternalmente conducido por la naturaleza, sino más bien como emancipado de ella.  Estaba en el mundo y el mundo estaba ante él.  Y la vida le deparaba sorpresas, problemas, tareas que sólo la espontánea aplicación de fuerza y mente podían superar.  El teólogo y humanista Herder llamó al hombre "el hijo huérfano de la naturaleza".  No deja de ser evocador cómo, en contraposición al animal, el carácter humano, sus puras carencias y determinados impulsos artísticos lo predestinaban a la razón, a la reflexión, a la lengua y, en resumen, a la humanidad.  En el animal y en la planta la naturaleza no da sólo la determinación, sino que la ejecuta; pero al hombre le da simplemente la determinación y le deja a él el cumplimiento de la misma.  Sólo el hombre, el ser humano, tiene el privilegio de la acción libre, sólo él es persona.  Un naturalista podría, en claras comprobaciones empíricas, demostrar la defectuosa organización especializada del ser humano, sus instintos inseguros, su indefinida acomodación y, tras esto, preguntar en qué medida arrancan de esta situación inicial las fuerzas de los sentidos y los impulsos de acción que trabajan a largo plazo y que dotaron de aptitudes específicamente humanas al bípedo descendiente de los antropoides menos evolucionados.
Hemos de ser extremadamente cuidadosos con el término "primitivismo".  Por primitivo que sea el instrumento, la mano del hombre que lo maneja, lo construye o simplemente lo elige, lo lleva más allá de la necesidad animal.  La mano humana no es una mera mano animal, que dobla la rama y recoge el fruto.  Por primitivos que sean el léxico y la gramática, la lengua del hombre, que se puede disponer libremente en el acto de hablar y que espera en la pregunta la respuesta, es completamente distinta del grito animal que aparece en la situación que expresa.  Por primitivo que sea el método de conservar el fuego y prepararlo, la mirada al fuego que se enciende por sí la conoce sólo el hombre, no el animal, que se mete dentro de la llama o huye de ella.
Podemos y debemos llamar "Cultura" al hueso aguzado o al pedernal; digámoslo tranquilamente y sin complejos.  El humano es un ser sin barreras que está destinado por la naturaleza a obrar por sí mismo y a desarrollar una relación creativa frente al mundo que le rodea.
En tiempos muy primitivos aparecen los primeros utensilios, piezas de piedra o hueso elaboradas por desprendimiento de otras mayores: cuñas, hojas, raspadores, percutores, punzones...  Desde el primer período interglacial hay pequeñas, pero claras diferenciaciones en el material y en la conformación que ya nos permiten distinguir círculos característicos formales y delimitar unos de otros.
Hegel hallo que las épocas de la prehistoria estuvieron llenas de los más violentos cambios (todos ellos desarrollados "sin historia").  La formación de las lenguas, la dispersión de los pueblos, sus migraciones y desapariciones, están envueltos en la confusión de un mundo pasado.  Sólo cuando hay un relato histórico, historia rerum gestarum, hay también res gestae, hechos y circunstancias históricas.  Pero la ciencia moderna se puede enorgullecer de conseguir, incluso de testimonios mudos, procesos históricos de pueblos primitivos mediante la combinación de noticias mediatas en la marcha de los movimientos de la historia universal.  De entre la confusión del mundo pasado, la ciencia está logrando entrever las peculiaridades de las culturas que precedieron al hombre "histórico".
El material legado por el hombre prehistórico es una fuente casi inagotable de datos que nos permiten deducir cómo, del refinamiento de la ornamentación, del desarrollo de los utensilios y del gradual perfeccionamiento de las técnicas, la humanidad se fue desarrollando.  No se trata de considerar la prehistoria exclusivamente desde el punto de vista técnico.  Ya los primeros estratos nos dan pistas, junto a sus instrumentos útiles, de huellas de sepulturas rituales y sacrificios. Estatuas de mujeres desnudas, pilares culturales, maderas para hacer ruidos, máscaras de animales, pinturas rupestres y otras cosas tan antiguas como los primeros instrumentos para labrar la tierra nos han contado mucho sobre el amanecer del hombre.
Las aplicaciones no técnicas que encontramos a partir del magdaleniense nos hablan de una humanidad que, aun siendo primitiva, goza de un racionalismo innegable, está dotado de arte y de moral, de religión y de preguntas metafísicas que lo llevan paulatinamente a una evolución social que tal vez comenzara con el acorralamiento del animal, el paciente trabajo de la piedra y el cultivo del suelo, pero que devino en el germen de los grandes imperios y civilizaciones.  La devoción y la magia, más que la esperanza de un provecho, apenas pudo ser imaginado antes de experimentarse; y el hombre lo hizo.  En el crepúsculo de la historia humana, la fe en el progreso era ya un hecho incuestionable.  Tal vez el ser humano anduvo milenios o decenas de milenios tanteando hasta reconocer las adecuaciones técnicas que mejoraban su calidad de vida.  Pero su visión histórica y su destino ya eran manifiestamente claras. Las olas de excitación religiosa, los empujes de las razas vencedoras, los choques característicos entre mundos rivales formaron el punto de partida para aprehender las verdaderas fuerzas históricas y sus encuentros.

3 comentarios:

  1. He visto en youtube que se ha publicado, o se hará en breve, un libro titulado SUMERIOS EN ANDALUCIA. Al parecer se propone la posibilidad de que el contacto entre occidente y oriente (asumiendo que existiría desde el Neolítico) fue culturalmente efectivo a partir del III m a c. ¿Alguna opinión sobre esta visión que en absoluto contempla a las primeras civilizaciones de Europa como el fruto de un desarrollo independiente de lo que ocurría entonces al otro extremo del Mediterráneo?, ¿alguno sabe dónde puede localizar el libro?. Muchas gracias.

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  2. No lo he leído, aunque he escuchado y leído algo sobre él. Lo bueno es que se puede comprar (ebook por supuesto) por 2€. ¿?

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  3. Si sirve mi opinión, como la de otro cualquiera, el libro del que habláis lo recomendaría sin duda. Creo que es un gran trabajo. Un saludo

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