El reino de la razón comienza en medio del Reino de Dios, pues no es otro distinto de éste, sino algo erigido de modo constructivo en él, como si se hubiera incorporado un audaz y afanoso andamiaje de pensamientos a la fe; se concentra en el mismo Reino de Dios la razón, en él se extiende y, a la vez, se estira. No está todavía por su voluntad en peligro de humanizar la vida y de mundanizar los sagrado, sino más bien empeñada en demostrar las verdades cristianas y en fundamentar sus ordenamientos. Que la razón es capaz si no de ver Dios de pensarlo, no es en absoluto una tesis occidental. Ninguna otra cultura ha abandonado tanto sus dioses a la razón como en ella acaece. Por otra parte, la Cristiandad occidental no es imaginable sin esta fe en la razón, y la ciencia occidental tampoco sin este origen en la tecnología.
Una vez hubo atrevimiento semejante; cuando el platonismo más tardío desarrolló las verdades de salvación cristianas como sistema filosófico y las convirtió así en pensables para la cultura antigua. Pero comparado con Orígenes y con toda la patrística, ¡qué profundización de la intención en Occcidente y qué carácter primitivo en la facultad de pensar! Mientras que allí una forma de pensamiento ya formada se apoderó de las nuevas verdades, aquí surge un mundo de conceptos nuevos, que son espontáneamente cristianos, de modo juvenil, y madura rápidamente hasta la maestría de una gran filosofía. Y mientras las realidades de la fe son allí encajadas en la lógica platónica de los grados del ser aquí la misma fe se torna fecunda: toma en sí a Platón y a Aristótees y los crea a ambos de nuevo. Por peligrosamente cerca que la razón medieval esté a menudo de la herejía, en cuanto a su conciencia y confianza es fe y servicio al Reino de Dios, y en sus mayores realizaciones lo es en verdad. Fundamenta al Reino de Dios con mayor amplitud en la tierra, es decir, en el mundo conocido racionalmente y en la historia comprendida. Lo instala más firmemente en el hombre, precisamente en su razón. Lo construye con mayor altura, a saber: hasta el punto de convergencia de todas las abstracciones. Da a sus milagros la santidad de la definición y a la plenitud del reino la forma de sistema. Es un grandioso pensamiento de Alejandro de Roos que el studium es un oficio y servicio al conjunto de la Cristiandad, no de otra manera que el imperium del emperador y el sacerdotium del Papa. Sólo cuando el Reino de Dios pereció históricamente, los servicios se convirtieron sueltos en posiciones de fuerzas aisladas ys e plantearon cada uno sobre sí mismo. Sólo entonces la razón pasó a ser autónoma y soberana, y en el interior del espíritu de Occidente se realizó una nueva translatio imerii: del Reino de Dios al reino de la Razón.
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