EL PRIMER OCCIDENTE

Cuatro generaciones de hombres después que comenzó la tormenta termina la primera fase en el proceso formativo del Occidente.  Italia, el centro del conjunto, sucumbe la última.  Cuando Odoacro es levantado sobre el escudo en el 476 esto significa, por de pronto, sólo que le ha hecho señor suyo una soldadesca germánica, no que lo haya proclamado un pueblo germánico.  Sin embargo, quince años más tarde las victorias de Teodorico el Grande, que la leyenda ha concentrado en la batalla del Cuervo, completa la ocupación del país por los germanos al adquirir el núcleo de él los ostrogodos.  Desde luego que tranquilamente se continúa la corriente migratoria todo el siglo VI, y a veces estalla de nuevo abiertamente. Los longobardos hacen una aportación nueva y muy seria a la ruina del continente romano por el hecho de que, lo que los ostrogodos nunca habían hecho, aparecen como puros conquistadores y rebeldes contra el Imperio y limitan el dominio imperial en Italia al Exarcado.
Todos los atlas históricos muestran el amplio y enredado haz de rayos de los caminos de invasión por los que los pueblos germánicos surcaron y conquistaron el Occidente del Imperio.  Procede de tres focos: desde el reino de los godos, desde el Danubio medio y desde el interior de Germania.  Claramente se marcan en él las dos formas fundamentales de la invasión: las incursiones que penetran lejos y se lanzan de una vez, de las tribus orientales, que fueron disparadas por los hunos, no encuentran fin a su errar, y con ello también interiormente son quebrantadas -y el tenaz presionar de los germanos occidentales, que sobre la base del terreno de su patria luchan hacia adelante, pero manteniendo su estructura interna y fieles a su modo campesino de establecerse-. Una buena parte de las decisiones de los siglos siguientes está fijada ya en esto.  La decisión la da, como siempre, pero también en este caso, el hecho, ahora la hazaña de Clodoveo, que ofrece una contención contra las fuerzas en movimiento e implanta para el Occidente que se está formando su centro futuro.
Proyectado en los sustancial y considerado, tomando como término medio el año 500, aquel haz de rayos de los cambios de la invasión da el conocido espectro de los reinos bárbaros, matizados según la fuerza de la corriente germánica y según el ritmo a que avanza la romanización, y según la fuerza con que los vencedores imponen su estilo y su derecho; además, según la fluidez o sedentarización de los distintos pueblos y de sus reyes, respecto del emperador y del imperio; matizados también por la forma de ocupación del territorio: si se impone como una tenue capa de conquistadores sobre una vida de cultura antigua que se mantiene, o si son asentamientos de agricultores en aldeas que dejan a un lado las ciudades y las grandes villas.  Imaginemos este primer Occidente: los ostrogodos en Italia; los vándalos en África; los visigodos en España; al noroeste de la península ibérica, los suevos; junto al Ródano, los burgundios; en el norte de la Galia y junto al Rhin, el reino franco, que ya incitó entonces su gran obra de concentración, aniquilando a los alamanos en el Rhin y rechazando a los visigodos en España.  Se forma así un cinturón exterior en suelo libre del Imperio, o bien abandonado por éste, los gépidos, los longobardos, el reino de los turingios, la nación de los sajones, finalmente los anglosajones en Gran Bretaña: esto es más que el efecto casual de una tremenda confusión, esto es in nuce en un primerísimo inicio, el multimembre.  Occidente, aunque haya tenido que ocurrir tanta decadencia, cambio e innovación, antes de que se hayan formado las línea fundamentales de su estructura.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Me interesa mucho su opinión. Modero los comentarios exclusivamente para evitar contenidos inapropiados.