LAS INVASIONES DE LOS BÁRBAROS


Una multitud de agitadas fuerzas originó que este relumbrar desapareciera y no se convirtiera en realidad, que el Continente, por última vez sujetado, se rompiera y surgiera uno nuevo, no tanto salido del mar como parido entre dolores.  Tales fuerzas fueron disparadas por la invasión de los hunos, que deshizo el reino de los godos.  Con ello se engendró el torbellino de la historia universal, sin el cual no se podría imaginar la dinámica de las invasiones.
Comienza con esto un tema que si no domina todo el milenio siguiente, con todo, lo agita con grandes sacudidas, y que ha influido de manera decisiva en el proceso formativo del Occidente, a saber: la reducción de Europa en el Este, luego, más tarde, por el Sur, después, de nuevo desde el Este, el repliegue de Europa sobre sí misma.  Ya por el hecho de que las partes orientales y africanas del Imperio se perdieran por las más diversas razones y por los más diversos efectos de fuerzas, este curioso y polimembre continente, que no existe en el sentido geográfico, se convierte en una parte del mundo en sentido histórico.  Este estrechamiento y repliegue de Europa sobre sí misma acontece gracias a fuerzas lejanas que en modo alguno pertenecen a Europa, sino que vienen de mundos completamente distintos, que con sus embates e incursiones no entran en Europa, sino que, como los hunos y los ávaros, perecen o, como los árabes y osmanlíes, arrancan partes del antiguo orbis terrarum y las separan definitivamente de Europa.  Sólo los magiares llegaron hasta Europa, se decidieron por ella, y compartieron su destino.  ¿Pertenece quizá a la esencia de Occidente, mundo no limitado ni permanente a la manera egipcia, ni conforme a la griega, ni pacificado a la romana, sino surgido de la división y florecido desde la interioridad, que semejantes fuerza lejanas y extrañas colaboren desde fuera en su formación?  ¿Es esto el misterioso reverso y complemento de su impulso al intervenir activamente en todo el mundo, a la vez dinámica pasiva, que corresponde a la humanidad occidental tan esencialmente como la activa?
Los hunos abrieron este tema con un acorde poderoso y disonante.  Al hacer saltar los pilares orientales de la germanidad y al haber tomado bajo su mando a los restos, impulsaron las primeras olas de invasión declarada.  En el siglo V la caída del imperio de los hunos dejó más tarde abierto el camino hacia el Oeste también a las últimas tribus germánicas orientales, y la política bizantina hizo también cuanto estaba de su parte para, todo cuanto de los germanos estaba todavía ne proximidad amenazadora, o empujarlo a la muerte o desviarlo hacia el Oeste.  En adelante, y de una manera definitiva, desde la partida de los longobardos hasta Italia, el imperio de Oriente queda en la vecindad y bajo el peligro de los pueblos asiáticos de la estepa que presionan, de los ávaros y de los búlgaros, y en la zona de empuje de la migración eslava, que se desborda en todos los espacios que quedan vacíos.  Tiene otros enemigos que el Occidente; también en este sentido se separa de él.
Pero el imperio de Occidente se divide en sus provincias; o, mejor dicho, la organización en provincias se convierte, aunque en pormenor ello sea de modo confuso y con muchas irregularidades, en el sistema formador de los estados de los pueblos invasores que surgen sobre el suelo del imperio de Occidente.  No la idea del Imperio, no su nombre y su ulterior brillo, sino su efectivo poder y fuerza dominadora, su unidad administrativa, su ejército, han desaparecido.  Lo que pervive de organizaciones estatales y es aceptado por los herederos, ya no tiene ningún motor central.  La pluralidad de las formaciones nacionales, que será la ley vital del Occidente, está ya en este momento planteada y decidida.  Esto es la obra de los germanos, su aportación a la ruptura de todo un continente.  Las formas latentes de la invasión, anteriores al 375, son una gran migración subterránea, aunque en tan gran estilo que también ella, según todas las previsiones, habría engendrado un nuevo mundo.  Pero sólo las tribus vencedoras de la invasión declarada y los señoríos que se organizaron en las provincias son puntos tan fuertes de cristianización del pueblo y de la fuerza política y siembran, aún allí donde sucumben plenamente a la romanitas, fuerzas tan frescas en el suelo, que comienza una historia nueva.

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