EL REINO DE DIOS DEL OCCIDENTE

La victoria estaba cerca; Enrique VI la dejó irse cuando Barbarroja halló la muerte en la lejanía.  Pero es como si los elementos que estaban unidos en el alma creyente del padre entraran en discordia en la dura e inquieta alma de su hijo, ya por de pronto con los duros tiempos.  La herencia de Sicilia es reconocida como núcleo de una monarquía absoluta de la casa de los Staufen y como punto de arranque para una política universal absoluta.  Por todo el orbe romano, vuelan los proyectos, y pronto, en seguida, los éxitos; con ellos, se enlaza el plan tercamente perseguido de la monarquía hereditaria.  Allí se convierte por primera vez el imperio en imperialismo; allí, en la breve cúspide de su poder efectivo, el imperio alemán rompe en espíritu y en derecho con las obligaciones y la estructura del Reino de Dios.  En el decenio siguiente, Inocencio III, a la vez febril y afanoso de poder, trabaja por la hegemonía universal del Pontificado, y si no lo alcanza, al menos perfecciona la Iglesia pontifical absoluta como una corporación de derecho propio y como una ordenación jerárquica del clero, desligada del estado y de los laicos, armada con la nueva tropa de choque de las órdenes mendicantes.
Que el Pontificado derivada de la falsa donación de Constantino la pretensión a la tenencia de las dos espadas es el símbolo de que el Reino de Dios en el Occidente ha venido a dar en una dualidad de imperios en lucha.  Del lado imperial representa Federico II el estado apocalíptico del Occidente y los orienta hacia el resultado positivo de una genial hazaña y existencia.  Para los enemigos es el Anticristo, para los amigos el emperador final de la profecía cristiana o el César universal de una nueva época, para sí mismo era el Rey Mesías y el Hombre pura y simplemente.  Su obra es el estado de la época moderna, preludiado en un acto de vidente con todas sus fuerzas, desmesuras y fatalidades.  Cuando Federico, en situación de excomulgado, tomó la cruz y conquistó Jerusalén, fue casi como si un infiel se apoderara de los sacramentos como grado supremo de fuerza.  La tragedia de Tagliacozzo, en la que termina la casas de Staufen (1268), y la tragedia de Agnani, que puso al Pontificado en cautividad en manos del rey de Francia (1303), sólo están separadas por una generación.
La lucha por el trono, durante quince años, que precedió a la elección de Federico II, estuvo perjudicialmente complicada con la guerra entre Francia e Inglaterra y convirtió al imperio en campo de intervención de las potencias europeas.  El gran Staufen mismo ha llamado en la cumbre de su carrera contra los rebeldes, o como él dice, contra las ciudades lombardas heréticas, a los príncipes absolutos de Europa. La tragedia de este Anticristo y primer hombre de la Edad Moderna, acaece, por consiguiente, en el claroscuro de un Occidente que se divide en el inquieto juego de fuerzas de estados soberanos, e incluso se llega a dividir del todo.  Pero esta disolución del Occidente en pueblos y soberanías comienza mucho antes.  Y así la historia del Reino de Dios occidental es desde el comienzo íntima, y si hubiera llegado a su fin hubiera sido hasta su destino predeterminado. Este es el tercer tema que escogemos de entre el panorama de la historia medieval.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Me interesa mucho su opinión. Modero los comentarios exclusivamente para evitar contenidos inapropiados.