LA POLÍTICA MEDITERRÁNEA

Entonces surgió -lo que no sorprende en la naturaleza que aportaron- la especie más terca, activa y eficaz del Cristianismo que antes del tiempo de los puritanos había nunca estado al servicio de Dios.  De manera muy notables vino a coincidir con el piadoso espíritu de lucha de Cluny, y este enlace en la historia universal se realizo tanto en Normandía como en la Italia del Sur.  Y se comportó con una fría y calculada política de fuerza, lo mismo contra el Pontificado que en pro de éste.  El punto crítico y decisivo en la historia del poder normando en Italia -y además, muy importante en la historia de la Iglesia de los Papas- apareció cuando los normandos sitiaron al ejército pontificio junto a Civitate e hicieron prisionero a León IX (1053).  A partir de ese momento, se convierten en campeones del Pontificado y logran que las cuentas les salgan perfectamente: su señorío usurpado pasa a ser legitimado y hasta santificado, su lucha por Sicilia se convierte en cruzada, su política de violencia en todo el Mediterráneo en servicio a la cristiandad.
Sicilia se convierte en núcleo del estado normando, en patria de origen de su racionalismo moderno y en base para su política universal.  En este punto de sutura de tres mundos, heredan los duques, que desde 1130 llevan su título por la gracia del Papa, pero que, en realidad, por su propia fuerza se llaman Reyes, todos los problemas y todas las oportunidades de una gran política mediterránea.  El desgarramiento del orbe romano que había acontecido por obra del Islam, parece revisado, toda la anchura del Mediterráneo, desde España a la costa de Siria, es verdad que todavía no está reunida en una sola mano, pero sí es objeto de la tensión de una voluntad política, voluntad, desde luego, muy inquieta, violenta, sin paz.  Ningún músico podría inventar más genialmente la inversión de un  tema que, como en la fuga de la historia de Occidente, fue invertido el tema"paso hacia el Norte".  El Norte lanza en amplio arco hacia el Sur, donde había comenzado la lucha de Roma por el dominio del mundo y por la pax Romana, su punto de apoyo y con un puñado de audaces normandos juega, en rápida tirada de dados (pues en sesenta años pasa de todo), todavía por una vez la idea de la unidad del Mediterráneo.
Pero por rápidamente que sucumbe el poderío normando y hasta se pierde su sangre, su logro se mantiene para el Occidente como irrupción afortunada en la zona de mezcla de las potencias extrañas a Europa.   Y se mantiene -es verdad que no con existencia material, sino como influencia continua, paradigmática e impulsora-el tipo de estado normando.  Sicilia fue conquistada en lucha con el infiel.  Allí no había barones ni poderes particulares.  Allí, por primera vez, y desde allí también en Apulia y en Calabria, se impone el estado unitario centralista.  Y allí se cruzan tradiciones de dominio y administración árabes con bizantinas y romanas clásicas.  todos estos elementos fueron magistralmente utilizados, pero lo decisivo fue la capacidad innata en los normandos para dominar realidades, regir hombres y ordenar fríamente relaciones.  en aquel lugar surgió el estado europeo moderno, o por lo menos, se anticipó: racional hasta la médula, completamente sin prejuicios en la persecución de sus intereses de fuerza, interesado en la riqueza y utilizándola en la persona del Príncipe, plenamente de este mundo, sin necesidad de legitimación fuera de la propia fuerza.  Varios entre tales estados principescos y soberanos y el corpus Christianorum del Reino de Dios en Occidente han pasado, pero éste amenaza con hacerlo saltar.  Las potencias universales -el Imperio, la Curia y Bizancio- se percataron de ello al unirse en alianza contra Roger II.  De manera tan dialéctica están los normandos ensamblados con la historia del Reino de dios del Occidente.  Los luchadores por la cristiandad, por el Pontificado renovado y por un Occidente ampliado, son enemigos del imperio no sólo en el sentido de la constelación política de fuerzas, sino según su mismo principio; su estado es el preludio de un mundo moderno en el que ya no hay un Reino de Dios y en el que la razón de Estado es la norma suprema.  Roger intentó encubrir su política contra las potencias universales con alianzas con Francia y la oposición güelfa.  En la gran lucha que Federico Barbarroja emprende en Italia por el poder imperial, los normandos están, naturalmente, junto con las ciudades lombardas en las filas de los enemigos del imperio.

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