1840

En el año 1840 en Inglaterra y en Francia, pero también en Renania, está todo decidido. Por lamentablemente que las máquinas rateen todavía, por de tipo de pronunciamiento que parezcan las revoluciones, por incautamente que el proletariado se conduzca cuando quiere hacer la huelga, por de principiante que sean en todos los aspectos los ritmos y calibres, el camino hacia la industrialización está ya trazado irrevocablemente.  Lo que en Francia había ocurrido hacía mucho, acaece en todas partes.  La cuarta oleada viene pisándole los talones de la tercera.  En el momento en que la burguesía parece convertirse en la nación, ya esta en camino la sociedad industrial. El estado burgués y su cultura llevan en sí desde el comienzo a la masa, al proletariado, a la revolución social, y por cierto que no como fecunda intranquilidad, sino como un caos interno que no se podía sujetar ni cultural ni políticamente, porque estaba en el mismo organismo de la sociedad burguesa.  La burguesía del siglo XIX produjo en el proletariado, no como Marx dijo con intención, su sepultura, pero sí su remordimiento de conciencia, su propia inseguridad y el exceso hacia la izquierda que ponía en peligro toda ordenación desde el centro y echaba a perder toda decisión conservadora, y ello por todas partes, menos en Inglaterra.
Todo esto hacia 184 estaba ya decidido en canto a la tendencia.  Pero en la realidad actual de la época se halla todavía en estado vacilante.  Y así resulta una hora de burguesía con la oportunidad de un logrado predominio de la propiedad y de la cultura, con esfuerzos constitucionales regulares bajo lemas libertarios, con revoluciones políticas de estilo moderado, en las que las capas por debajo de la burguesía todavía parecen actuar como tropas auxiliares, con todas las posibilidades de enriquecimiento, pero también de la ascensión decente, de progreso económico y de integración nacional.  En este paréntesis la burguesía constituyó la nación, o al menos su amplio centro: así, en Alemania, en 1848, cuando fueron enviados a la Iglesia de San Pablo muchos profesores, escritores, personas distinguidas. Pero aún allí la revolución, que impulsaba hacia adelante, estaba ya al margen, e incluso en medio. "La orientación nacional que quiere la unidad de Alemania", escribió Lorenzo Stein, "consideró subordinado el ya presente movimiento social y gastó una parte de su mejor fuerza en defenderse de él.  La orientación social despreció, en pare, a la orientación política, en parte, la desconoció y se separó de ella.  Por eso fueron ambas perjudicadas en sus mejores fuerzas; y en esta conducta está el verdadero germen de la historia del parlamento alemán de Frankfurt".  Que esta  auténtica asamblea nacional no hall´p un consejero político lo prueba suficientemente claro su resultado.  Cuando la burguesía alemana, veinte años después eligió la dieta del imperio, la propiedad se había vuelto esencialmente capitalista, y la cultura esencialmente más superficial.  La tesis de que aquellos que poseen ambas cosas son la totalidad de la nación, se había convertido, de verdad que era, en una tesis de voluntad, en una confusión de la nación con el partido nacional-liberal.

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