EL BARROCO (I): ARQUITECTURA

Con este impulso hacia la soberanía y la trascendencia, el barroco se convierte en el estilo de la época. Construye las iglesias de la Contrarreforma, los palacios del absolutismo, las casas de los nobles, más tarde las mansiones de los burgueses.  Frente a la filosofía de la historia del "gótico secreto", según la cual gótico y barroco son dos formas de expresión de la eterna esencia occidental, especialmente nórdica, no deberíamos olvidar nunca el dicho de Wölfflin de que estos dos estilos son "los más contrapuestos de todos". El movimiento en el barroco ya no corre más a través de la materia fielmente hacia arriba, seguro de su objetivo, sino que se aplica a la masa, arrastra como totalidad soberanamente y engendra así el vértigo de la forma grande e hinchada.  Ya no es, finalmente, la Iglesia universal de la Edad Media, sino la Iglesia que lucha, hace propaganda, reconquista, la que se construye y, como voluntad que mueve la materia como totalidad soberanamente, se define el estado absolutista.  El barroco muestra la razón tal cual aparece como potencia histórica, es decir, que lucha y vence en el más limpio espejo. Quizá la muestra en drama grandioso, es decir, con el realce del teatro, que es tan adecuado a la razón.
Pues no es ya esto sólo que los miembros sean subordinados al todo, el todo concentrado poderosamente y puesto en movimiento absoluto que en vez de la belleza de la armonía sea puesta la belleza de la forma actual, sino que el movimiento es sacado hacia afuera, continuado más allá de lo necesario y conscientemente fingido hasta la apariencia.  El barroco es, en sentido absoluto, lo que toda gran arquitectura es en su tendencia: magia.  No sólo permite la apariencia, sino que la provoca, no sólo la despierta, sino que la impone de tal manera que retorna como realidad encantada.Por eso corresponde al barroco que modele la piedra finalmente como masa plástica, la disuelva en goteante nada, que transforme la naturaleza -por ejemplo, el crecimineto de las plantas y el agua que cae, cual vemos en el Palacio de Versalles-, en arquitectura, pero también, por el contrario, la arquitectura en naturaleza, que edifique realmente las perspectivas que ve el ojo y que continúe la bóveda construida con el cielo pintado.  El fin de este estilo, del que siempre se ha celebrado que es pintoresco, es que sus bellezas no se puedan copiar, sino que sólo se puedan realizar en sentimiento del movimiento, lo cual vale para todos los rompimientos barrocos, sus volados de escaleras y sus trazados urbanos.  El vértigo solemne, o dicho racionalmente, la musicalidad, es el último estado de la razón.  Apenas en otra ocasión ha alcanzado el drama lo que aquí consigue la arquitectura:la plena unidad del hombre con el mundo, en la que todo conspira y en la que el espectador queda conmovido por las emociones.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Me interesa mucho su opinión. Modero los comentarios exclusivamente para evitar contenidos inapropiados.