LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL EN EL SIGLO XIX (III)

En un plazo de treinta a cincuenta años se construyen los grandes distritos industriales europeos, en lo cual los inicios históricos se reparten casi en un siglo entero, de 1780 a 1870: el distrito escocés alrededor de Glasgow, el territorio industrial del centro de Inglaterra, la zona franco-belga, Alta Silesia, Renania-Westfalia, las concentraciones en el alto y medio Rhin, el territorio carbonífero de Alemania Central.  Un antiguo progreso industrial del país forma siempre los cimientos, pero sólo el paso al sistema de fábricas y a la minería en grade hace que la población se vuelva más densa, hasta por encima de toda medida natural, al absorber masas de trabajadores, muchas veces de lejanas provincias.  A través de la historia interna de los diversos distritos industriales y de la historia conjunta de la industrialización europea se extiende como tendencia dominante la expansión del mismo cuerpo industrial, su erección en todas direcciones.  El principio de la máquina conquista una zona de producción tras otra, incluso aquellas en que parecen inevitables la inteligencia artesana, práctica y gusto. En esto se cumple un progreso en nuevo sentido, casi por sí solo; progreso que no es conducido por la lógica de la investigación pensante, sino que se extiende en poderosas oleadas como un destino.  Nadie lo ha planteado, nadie ha podido planearlo, ni aun pensarlo por anticipado en parte.  Pero los inventos afluyen, el sentido del beneficio anda buscando campos nuevos, el espíritu de empresa está listo y además es libre.
Con el algodón comienza la revolución industrial.  El vapor, se decía antaño, se casó con el algodón; esto es poesía según el espíritu del siglo XIX, si bien el proceso histórico en Inglaterra acaeció todavía en el siglo XVIII.  La lana viene pisando las huellas.  Los rebaños de ovejas, que ya Tomás Moro encontró que se comían al campesino inglés, se convierten en materia prima para las máquinas, que por primera vez hacen esto bien.  La oleada siguiente se llama hierro fundido y carbón de piedra.  Con ello, las minas de carbón se convierten en los soportes de la industria pesada; la estructura geológica de la tierra adquiere del modo más curioso una significación en la historia universal. Naturalmente que la victoria dela máquina refleja en seguida sobre sí misma en muchas viejas ciudades, donde ya antes se hacían utensilios e instrumentos, y en casi todas las nuevas que fueron producidas por la industria, surgen fábricas que suministran máquinas a la industria. Inmediatamente, el tráfico es conquistado por la máquina.  En el ferrocarril y el barco de vapor crea la industria en el acto el más evidente símbolo del progreso técnico y la condición previa para e transporte en masa y a gran distancia.  Desde mediados del siglo se alza la ola de la química; actúa, como todas las anteriores, pero con fuerza especial; sobre todo, y por ejemplo, plantea la economía del carbón sobre bases completamente nuevas.  Entre tanto, los bienes industriales de consumo, uno tras otro, son atraídos a la producción industrial. Artesanías gloriosas se extinguen hasta de nombre.  Valles florecientes, en los que la diligencia artesana doméstica mantenía las aldeas, comienzan a tornarse desiertos, como Goethe previó en el Wilhem Meister.
En las grandes ciudades que crecen rápidamente y en los distritos industriales que se transforman de campo en ciudad se forma, de millones de destinos individuales que confluyen, la nueva mezcolanza de masa y organización, la sociedad industrial.  De los desheredados de los antiguos talleres artesanales, de campesinos desposeídos, del desencadenado aumento del proletariado, se brinda la oferta excesiva de fuerzas de trabajo que Marx llama ejército industrial de reserva y que para la industria a que progresa es tan vitalmente necesario como el carbón con que se calienta.  En la ruina de las viejas artesanías y en la decisión a abandonar e campo sucede la individualización; en la relación de trabajo a corto plazo de la fábrica y en las casas de vecindad de alquiler se realiza de modo implacable la proletarización de las masas.

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