LOS REFORMADORES PRUSIANOS

Los reformadores prusianos no son realmente revolucionarios; pero, en todo caso, son un ejemplo de cuan audaz y libremente pueden pensar los hombres conservadores, si se dan cuenta de que están en peligro los valores que han de guardar responsablemente: entonces se convierten en auténticos radicales.  Por de pronto, no son los herederos de una revolución.  No se encuentran ante un impulso nacional y, en primer lugar, no hallan una voluntad general de sacudir el yugo; es rasgo de su grandeza que cuentan con ella en tiempo oportuno y secretamente preparan la movilización que alcanzará a aquella voluntad....  Pero sí están, con todo lo que piensan y hacen, a la vista de la revolución, a la vista de Napoleón o, más bien, según estaban las cosas, bajo la suspicacia y vigilancia de éste.
Las ideas de la revolución francesa tienen también poder en su obra, a saber: en el sentido de que están decididos a oponer fuerzas de choque de valor comparable; en este sentido están también bajo el signo de la revolución. Ven que sólo un pueblo en armas puede librarse del contrario poderoso, e incluso hasta señorearlo; y un pueblo en armas debe ser también un pueblo en libertad, vigilado por sí mismo y administrado autónomamente.  No sólo por falta de una revolución espontánea en el pueblo alemán, sino por su propia decisión moral, buscaron ellos los motivos en sitio completamente distinto que los jacobinos, o sea, no el afán de gloria, sino en el arraigo en la tierra, no en los derechos del hombre, sino en el pueblo.  Quieren despertar al pueblo reconstruyendo en nueva forma el orden en que existía libre desde tiempos antiguos: labradores sobre gleba propia, ciudades que se administran a sí mismas, dietas de estamentos a la manera de Westfalia.  Todo tiene por finalidad la liberación y defensa de la patria, según la frase de Scharnhosrt: "Unir más íntimamente el ejército y la nación, de eso se trata".  Pero desde la finalidad militar se tiende un arco hacia el sueño del imperio, y este arco conduce a través de una concepción del pueblo cuál debe ser y cuál es eternamente, en el caso de que no se convierta en masa.
Esta obra legislativa es el intento de dar forma a un pueblo como nación política, antes de que perdiera su carácter popular, conservando (y esto era la carga) todas las antiguas potencias señoriales, incluso las plenamente feudales.  El estado prusiano, al que se entregaron plenamente estos no prusianos, fue con ello durante un momento realzado sobre sí mismo.  Por un momento hasta brilló la idea de Alemania, desde luego sólo en los corazones y en los espíritus, no en la realidad política.  Le fue cerrado el paso no sólo por las dinastías y los poderes reaccionarios, sino también por los soñadores del mismo imperio y por los liberales con intereses en el asunto.  El impulso de la guerra de liberación y el testamento del barón de Stein ciertamente que no se perdieron.  Pero el destino del siglo XIX era demasiado grande como para que en un único lugar, con todavía tan grande empleo de fuerzas morales, hubiese podido ser contenido.  La revolución se tornó permanente; desde el Contrato Social hasta el Manifiesto Comunista y luego más allá, corre una continuidad de ideas revolucionarias que se traducen en movimiento de masas.  Pero las potencias de contención -todo lo que conserva formas y protege la herencia- se convierten en tales situaciones, casi por fuerza, en reacción.

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