EL CÓDIGO DE HAMMURABI

Sargón obtuvo con sus victorias el dominio de "las cuatro partes del mundo", esto es, sobre Senaar, Elam, Subartu y Amurru, y sus sucesores mantuvieron contra muchas rebeliones durante más de un siglo este Imperio de Akkad que, -excepto Egipto- abarcaba todo el mundo conocido por los babilonios.  Este imperio mundial, con su señor divinizado es, desde Sargón y Naramsin, codiciado por todos los que consideran a Senaar no sólo un valioso botín, sino el centro del mundo.   El título de "rey de las cuatro partes del mundo" se ve dotado de gran legitimidad. Pero un mundo que está así planteado sobre la legitimidad de su conquistador de antaño está a la vez establecido sobre el cambio y no sobre la permanencia.  Tan grandes crisis de poder en tan corto plazo, tan completos desastres de poderosos imperios y, ante todo, tan completo estancamiento de fuerzas productivas durante más de medio milenio, cual ocurrió después de la época de Hammurabi, serían imposibles de imaginar en Egipto, que se sobreponía en seguida a sus catástrofes con la fuerza de su milenaria continuidad.
La ascensión política de los semitas "semitizó" toda la cultura de Senaar, incluso en su lengua y escritura, por mucho que perdurase todo el antiguo estrato sumerio.  Desde entonces ya no hubo una dualidad de sumerios y akkadios, sino la amalgama de la cultura babilónica.  Sólo en los monumentos de Naramsin adquirió el arte plástico de Babilonia la fuerza y la audacia de un estilo propio.  Esta situación, creada por el imperio de Akkad, se mantuvo aún después de su caída  y se sobrepuso al dominio extranjero de los guteos de las montañas orientales.  Dinastías sumerias reclaman todavía en esta época el predominio.  Bajo poderosos dominadores florece durante más de un siglo el llamado "Impero de Sumer y Akkad".  Y ellos ordenaron el derecho, los tribunales y el comercio con extensas leyes, y alcanzaron, bajo la dinastía de Ur, una altura que fue considerada clásica por las generaciones posteriores.
Por la herencia del decadente imperio de Summer y Akkad, lucharon durante siglos los elamitas, los asirios (cuyo estado surge oscuramente en el Norte de Mesopotamia como estado vasallo de Senaar) y los Amorreos, cuyos caudillos se hacen con el poder en Akkad y fundan en los siglos XX y XIX a.C. el Imperio de Babilonia.  La lucha final entre los elamitas y los amorreos la decide Hammurabi, igualmente grande como conquistador, y general que como legislador y ordenador del Imperio y como constructor de fortalezas y canales no tuvo parangón.  Babilonia aparece ahora, en vez de las antiguas ciudades regias de Sur y Marduk, el dios de la guerra, como lugar de los viejos dioses, cuyos títulos hereda.  El predominio del tipo semita, precisamente de los amorreos, se decidió con Hammurabi, y el sumerio retrocedió definitivamente a la categoría de lengua antigua y sagrada.  Se forma un alto estilo de administración del estado con sobrios informes y decretos, con claras decisiones y órdenes, con un gobierno declaradamente autocrático del señor.  Su prosperidad en el ordenamiento civil roza muy de cerca lo que luego conocería el Imperio romano.  La más famosa obra de Hammurabi es su gran código, es decir, el imponente bloque de diorita del templo de Marduk, en Babilonia, en el que estableció el derecho de su país y, por cierto , que no en la sacra lengua sumeria, sino en la lengua semítica del país.  Un derecho claro, sencillo, tajante y un procedimiento rápido y eficaz son trazados allí de una manera muy práctica.  Y en cuanto al derecho penal, basándose por completo en la idea del talión.  Este derecho recoge el desarrollo social y jurídico de los imperios procedentes de una gran suma de pueblos, y esto vale de una manera muy general para el imperio de Hammurabi y sus sucesores, que es la conclusión de una  historia más que milenaria y terriblemente agitada y, con todo, siempre vuelta hacia lo antiguo.

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