EL EGIPTO DE LOS TRES REINOS

La hazaña fundacional de los tinitas está preparada por los acontecimientos políticos de la época predinástica; ella surge, por consiguiente, con continuidad de la prehistoria, sin dejar por ello de ser hazaña y comienzo.  La tarea de la explanación del país, especialmente la construcción de diques y canales, que a la vez resisten y aprovechan las inundaciones del Nilo, contribuyó ya esencialmente, desde luego, a la formación de los estados de distrito.  La tarea era tan grande y pesada, sufría en tan escasa medida límites e interrupciones, que hubiera podido muy bien conducir a la unidad política a lo largo de todo el valle cultivable.  Pero que estados se reúnan por las buenas con fines prácticos, esto es, que uno abdique voluntariamente su soberanía, no ocurre en la historia; más bien sucumben las finalidades comunes.  Sin embargo, ocurre otra cosa: luchan entre sí, y la gran hazaña, que sólo es posible tras la victoria y debido a ella, obliga y justifica al vencedor.  De los mitos divinos de Osiris, Horus y Seth, además de las más antiguas listas de reyes y, finalmente, de las insignias de los faraones y de las formas de su virtual cortesano, resalta, es cierto, que sin poder fechar, pero al menos en sus líneas generales, la sucesión de los acontecimientos políticos.
El comienzo lo formaron tres imperios, cuya existencia se puede deducir de mitos, y a la vez es hecha verosímil por los hallazgos arqueológicos: uno al oriente del Delta, con Andyet como dios protector, el cual pronto se fundió con Osiris; el segundo al oeste del Delta, con el dios Horus; y el tercero en el alto Egipto, con el dios Seth.  Desde el oeste del Delta, bajo la dirección del halcón Horus, ocurrió una primera unificación política del país entero, después de que o bien hubo una unión del territorio del Delta o bien una lucha entre el Oriente y el Sur, derrota del imperio de Osiris y victorioso contraataque de Horus.  Según el relato mitológico, Seth arrancó la soberanía al poderoso Osiris y lo mató, pero su hijo Horus lo vengó; el tribunal de los dioses, en Heliópolis, atribuyó a Horus la soberanía sobre todo el país, y puso a Osiris, devuelto a la vida, como rey de los muertos.
On (Heliópolis) fue la primera capital del Egipto unificado: la ciudad que siguió siendo hasta el final la sede suprema de la teología egipcia y de la fuerza del clero, que se mantuvo como la antagonista frente a Tebas.  La teología de la época histórica, pero también las deducciones arqueológicas que debemos a las excavaciones, confirman el papel conductor del bajo Egipto en la antigüedad, y confirman, por consiguiente, la existencia de un imperio unificado desde el Norte.  A esto se suman las listas de reyes de la piedra de Palermo, en las cuales resaltan mucho los reyes del bajo Egipto antes de Menes y varios indicios en los atributos soberanos de dioses y faraones.
Esta unidad sucumbió por razones y en sucesos de los que no tenemos ninguna noticia cierta.  Pero los adoradores de Horus (que así llama la tradición egipcia a esa generación) quedaron en las dos partes separadas del Imperio: el estado del Norte, en el Delta, cuya corona, desde lo más antiguo, era roja y cuya planta heráldica era el papiro; y el estado del Sur, cuya corona era blanca y cuya planta heráldica era el junco.  Esa situación política es el punto de partida para la segunda y definitiva unificación de Egipto, que procedió del Sur.  Al rey Menes, que todas las listas dan como primer rey de Egipto, le preceden tres dominadores, de los cuales tenemos los hombres y hasta monumentos históricos.  Estos monumentos demuestran que ya bajo aquellos dominadores estaba en marcha la lucha de ambos imperios y la victoria del Sur.  Particularmente las representaciones plásticas en la paleta del rey Narmer, y en el puño de la maza de su cetro demuestran que este rey del Alto Egipto venció a los distritos del Norte, destruyó sus ciudades, se llevó un rico botín y ganó la corona del Bajo Egipto; cosa semejante corresponde también al rey cuyo nombre es escrito con el emblema del escorpión.  Menes de Thinis, la capital del octavo distrito del Alto Egipto, puede por consiguiente haber bien decidido la lucha definitivamente, y debe sólo haber completado la "unificación de los imperios", que en toda la tradición es considerada obra suya.  Él fundó Menfis, la fortaleza ganada a las aguas, con blancos muros, junto a la frontera del vencido Bajo Egipto, la primera capital del Imperio egipcio unido, la "balanza de los dos países".  Desde él llevan los faraones la doble corona blanca y roja, desde él se divide en dos partes la administración del Imperio, con dos cancilleres, dos tesoros y sus correspondientes dobles funcionarios.  El proceso histórico de la unificación no sólo se ha conservado en los títulos y símbolos de los reales palacios, sino también en la organización del funcionariado a lo largo de toda la historia.  A partir de Menes, Egipto es uno; podía sonar a paradoja que también lo será en las épocas en que está desgarrado en partes por el dominio extranjero, o por los disturbios internos, o en que se vuelve a sumir en la pluralidad de los estados de distrito.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Me interesa mucho su opinión. Modero los comentarios exclusivamente para evitar contenidos inapropiados.