Los ingleses acuñaron un término que define que toda historia política se desarrolla conforme a la fórmula challenge-response- Para permanecer en la historia de la constitución romana de los siglos V y IV a.C., señalemos aquí el origen a partir de exigencias concretas, de pretensiones que se iban presentando, de situaciones conflictivas, incluso penosas (que todo ello significa challenge); en resumen, el carácter de respuesta ante muchos pormenores, por ejemplo, el del cambio de la constitución del ejército y de la extensión de los derechos políticos que se hizo necesaria en la lucha contra los etruscos, luego contra los ecuos y los volscos, es decir, bajo la presión del peligro sabélico; o para la equiparación del 367, que es la respuesta inmediata a la catástrofe de la invasión gala. Pero tales conexiones no dicen, bien entendidas, nada en contra, sino todo en favor de los desarrollos que allí ocurren. Decisiones que se toman bien equilibradas bajo la impresión del os peligros ye experiencias son en realidad más legítimas que las que vienen de un programa social. La buena voluntad para comprender como obligatorias novedades que se han formado bajo la presión de las circunstancias, y pensarlas a partir de éstas hacia adelante, se presupone de todas maneras: pertenece al ethos del hombre conservador, más, del hombre esencialmente político.
Con todo, esta categoría challenge-response lleva mucho más allá. No sólo vale para la historia de las instituciones romanas, sino, ante todo, para la historia política de Roma. Entre los intérpretes de la historia de Roma hay siempre una discusión no resuelta sobre la cuestión de si Roma hizo su conquista del mundo de modo activo o si se le vino a las manos, sobre si el imperio mundial fue conquistado o si "se conquistó a sí mismo". Eliminamos, por de pronto, esta cuestión y nos limitamos al modo de la expansión del poder romano en detalle, al estilo de actuar en cada caso: en esto se manifiesta el ser romano en su expresión más pura.
La joven república está por de pronto a la sombra de grandes potencias que luchan por el predominio en el Mediterráneo occidental: de los etruscos, de los cartagineses, de las colonias griegas. Permanece atada dentro de este campo de fuerzas hasta que el helenismo es atraído a la supremacía romana y hasta que Cartago es vencida, es decir, durante tres siglos. A las antiguas potencias se le suman los galos, que irrumpen desde el Norte, y a las tribus osco-sabélicas, que se derraman desde las montañas. La política de roma es por consiguiente determinada en esta época completamente desde fuera, es decir, por los otros. Es defensa, reacción y respuesta. Pero lo es de un modo tan activo, constructivo y amplio que resulta de ello un sistema de poder seguro y que se va ampliando en forma de círculo. Ya los primeros sucesos, después del año 500, permiten percibir inequívocamente esta actividad, que recuerda la fuerza de un espacio que crece y hace saltas las rocas. El primer tratado con Cartago, que Polibio coloca, sin duda que demasiado temprano, en el año del nacimiento de la república, es síntoma de ello, y otro es el tratado con los latinos del 493.

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