La secularización fue completa. La fe de la razón en sí misma significa en el campo de la lógica la obligación no de construir la plenitud de la realidad con sendas definiciones escolares y sendos paseos conceptuales metódicos, pero sí de apresarlos como en una red invisible. El interior del mundo parece un poco seco cuando es comprendido como armonía preestablecida de las mónadas o como ocasionalismo de los efectos, como sistema de las percepciones divinas o como atomismo; sin embargo, de este modo, fueron formulados en pensamientos de una manera muy esotérica los misterios del infinito. Ahí está en la historia del espíritu europeo la hora de la metafísica. Su Organon es la gran matemática occidental, cuyos elementos ya no son las magnitudes, sino la función, y cuyo sentido ya no es la construcción del caso particular, sino el análisis del todo y de sus posibles transformaciones. esta matemática, en gran parte fue construida por los metafísicos y teólogos mismos, por Descartes, Pascal, Leibniz y Newton. En esta matemática y en los sistemas metafísicos con ella coordinados actúa en gran medida la fantasía del pensamiento; ya no con la genialidad del primer golpe de vista a las ideas que en toda la filosofía sólo tiene Platón, pero con madurez, con disciplina, con hábito de lo infinito, como corresponde al Occidente. Hay sólo dos paralelos en esto, y ambos son no puros paralelos, sino frutos del mismo tronco y casi de la misma hora histórica: la inagotable variabilidad del gran barroco, y la música, en la que el alma occidental, con el instrumento racional de los acordes de la armonía, se ha equiparado a todos los cielos.
El pensamiento racional sabe muy bien que puede progresar sólo de modo discursivo, esto es paso a paso, y sólo por su propia fuerza, sin el milagro de la visión. Pero sabe también que con esta limitación alcanza seguras victorias. En ello descansa, desde el comienzo, su confianza en sí mismo. En las épocas de sus máximos logros se realza esta conciencia de progresar incesantemente hasta una orgullosa certeza: ahora ha comenzado la época en la que la razón pensante ha madurado hasta poder tomar soberanamente en su mano la causa de la humanidad.
Pues, una verdad que se ha logrado una vez nunca vuelve a perderse del todo, sino que se convierte en el cimiento, o mejor dicho, en la cuna de verdades siempre nuevas. Tampoco ninguna verdad se queda solitaria, sino que se enlaza y complica con otras, con todas; así se hace cada vez más sólida y segura. Y ninguna verdad es inútil, sino que todas iluminan un trozo de tinieblas, dominan un pedazo de naturaleza, sujetan un impulso, conforman un trozo de existencia. ¡Qué novedad, cuando el sistema de verdades que se va completando organiza todas las relaciones humanas con libertad de acuerdo con la razón! En el más propio campo de la razón, en el de la ciencia, el continuo progreso está asegurado por el mutuo entrelazamiento de las verdades y por la cooperación de los sabios, que se comunican los problemas y métodos, es decir por la ley de la misma cosa o de la cosa misma. Pero a la vez que se experimentan las aplicaciones de la ciencia, el progreso del conocimiento científico se convierte en modelo y en prenda del progreso de la humanidad y de su cultura.
La ciencia tal cual surge en Occidente y tiene la infinita fortuna de esforzarse por un objetivo que no puede alcanzarse; pero es demostrable que se va aproximando a él, los progresos que ya se han hecho son evidentes, y la velocidad con que avanza es a veces como un vértigo. Este objetivo es infinito más no trascendente; está, por completo, en este mundo; arrastra a todas las fuerzas en su órbita, y sin embargo el servicio a él es autonomía, pues en la razón humana está puesto por la naturaleza, y al esforzarse la razón por aquel objetivo, realiza su libertad. Esta ilustre ley de la ciencia se convierte en norma de toda la vida. Ilustración de la vida por la fuerza del pensamiento, subordinación de todas las cosas y ocupaciones humanas a la soberanía de la razón: con ello no se hace sino desplegar lo que hay en la ciencia de fuerza eficaz, pero con esto, en todo caso, queda erigido un objetivo en este mundo como apenas puede imaginarse mayor. Así surgió el concepto de la gran cultura: la ilustración lo ha sacado de sí misma y para ella se convirtió en el patrón para juzgar toda época anterior.
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