LA ILUSTRACIÓN

Fuerzas a las que en la historia les corresponde unir en un todo lo contradictorio y mantener una situación universal más allá en el tiempo, de manera que lo nuevo no aparezca destructivamente, sino que encuentre tiempo para madurar, se sienten a sí mismas como secas y rígidas, mientras que la plenitud de la vida parece que existe en aquello que ellas combaten obligadas por la necesidad.  Dicen en seguida de sí mismas lo que el emperador Rodolfo II dice de sí en Grillparzer: "Yo soy el lazo que este haz mantiene; estéril, cierto, mas al fin y al cabo necesario, pues él es el que ata".
La razón, durante siglos, ha ligado la vida de Occidente y la ha mantenido en forma.  Es la última fuerza universal de la ligazón de carácter objetivo que hasta hoy haya aparecido, quizá la última que aparecerá.  Pero del sentimiento resignado de que en ella no existe vida alguna, está naturalmente lo más lejos que se puede estar.  No sólo en su heroico tiempo inicial, cuando en nombre de la libertad luchó contra el poder de la Iglesia, sino también en la época de su predominio ilimitado sobre los espíritus se ha sentido a sí misma como la instancia suprema, pero sobre todo, siempre como el principio creador por excelencia; y todavía el pavor en que termina no sólo habla la lengua de ella, sino que por ella se legitima.  La razón tiene una absoluta fe en sí misma: ello le pertenece esencialmente y es el A=A con que comienza.  Se mitifica siempre a sí misma como la luz que lucha con las tinieblas.  Sobre el resultado de esta lucha no puede haber ninguna duda; el que se pone en el bando contrario se ha condenado ya a sí mismo.  Con todo, la luz que ella quiere significar no es rígida, fría ni bronca, sino un mundo floreciente.  Hasta cuando es sobria con orgullo, son sus silogismos pleno pathos, plena sensibilidad, y en sus razonamientos florece ora altivamente, ora íntimamente; la felicidad es el premio de la virtud, la ilustración el camino para ambas, por consiguiente, el objetivo de la humanidad, la razón es divina y Dios es la razón.
No debe olvidarse que "Ilustración" no es sólo el limitado fenómeno histórico que comúnmente designamos con esta palabra, sino además una de las tendencias fundamentales del espíritu europeo, casi el hilo conductor de nuestra historia definitiva.  En esta conexión histórico-universal, está situada la época del racionalismo occidental.  Ello le da la certeza de la victoria y su gran rasgo, si bien en el pormenor muy a menudo también sucumbe a la estrechez, la superficialidad y la satisfacción de sí misma, de lasque la razón es capaz.  Aquella voluntad de ilustración que está dentro del espíritu europeo se ha ocupado siempre de la sustancia de la fe religiosa y a entre los griegos.  El objeto infinito en el que ha trabajado en los siglos de la Edad Moderna, es, por consiguiente, el cristianismo.  Ello da en el caso mínimo explicaciones racionalistas de la historia sagrada, traducciones moralizantes de las verdades teológicas; pero en el caso grande da sistemas de la razón en los que la lógica y el evangelio, método matemático y fe cristiana son conducidos a una convergencia en el infinito.
El pensamiento racional en el siglo XVII hizo una poderosa aportación para neutralizar las oposiciones confesionales; por consiguiente, ayudó con medios espirituales a que se tomaran aquellas decisiones del estado soberano en las que éste se constituyó a sí mismo.  Además, en su gran época, produjo una nueva teología y hasta una piedad nueva que a pesar de todo el racionalismo, son auténtica madera del árbol de la cruz.  No hay derecho a buscar la religión de la razón pura (según se llamó a sí misma) en la bajeza de espíritus mezquinos; en ellos también es superficial la ortodoxia.  Pero en Leibniz, Lessing, Kant, las tesis de que los dogmas cristianos son "las sombras de la verdad", que la razón y la revelación coinciden en su punto más profundo, y que todas las religiones positivas son grados en la educación religiosa de la humanidad -sólo con la condición de que se las tome con la seriedad con que están pensadas-, no significan una pérdida en profundidad, sino una ganancia en claridad, y no son un vaciamiento, sino una ilustración de la piedad.
Y aun cuando la filosofía sobre problemas profanos -sobre sustancia y causalidad, sobre movimientos y representaciones, sobre cuerpo y alma-, el pensamiento racional es cristiano hasta la médula de sus conceptos.  Acepta de buena gana llamarse heredero de la escolástica y con ello significa lo negativo, que disuelve la teología.  Pero es también su heredero en sentido positivo, ya que administra la misma sustancia.  Los grandes sistemas de metafísica que surgen en rápida sucesión alrededor de 1700, son teología secularizada.  Su idea de la conexión universal teleológica es una forma de la fe en dios occidental.  Aquella fuente de toda autonomía que ellos llaman "la razón", es una forma de alma cristiana.  Esto no sólo es válido para Descartes, Geulicx, Malebranche, Leibniz, Berkeley, sino también para los grandes empiristas y naturalistas.  El mecanismo del mundo demuestra el Dios finalista: ¡Qué posibilidades presta este pensamiento a una investigación exacta de la naturaleza, que todo lo explica por presión y empuje, todo, hasta el primer comienzo y hasta el todo!  Se convierte también en la teología de Newton y de los positivistas franceses del siglo XVIII.  Por lo demás, los conceptos de panteísmo, deísmo, ateísmo, son figuras demasiado secas para que permitan presentir el tremendo trabajo de pensamiento con que es elaborada la materia del cristianismo, es traducida a la filosofía, secularizada como ciencia.

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