MAQUIAVELO

Con el avance de Carlos VIII sobre Nápoles (1494) comienzan las intervenciones armadas del poder francés en Italia.  Nicolás Maquiavelo tenía entonces veinticinco años.  La entrada de los franceses fue una de sus primeras experiencias políticas, una de sus primeras "observaciones", se podría decir, ya que Maquiavelo, desde el principio, reacciona como espíritu teórico y como investigador, incluso cuando él, por su oficio, está de viaje en misiones políticas; uno de los primeros experimentos que vivió (pues en el campo político no se pueden provocar experimentos, sino que deben para uno haberse realizado en la historia).  Seis años después, en la época en que Luis XII se apoderó de Milán, se encontraba Maquiavelo como embajador en la corte de Francia.  Allí pudo él ver lo que es una gran potencia; se observa en sus informes qué decisiva fue para él esta experiencia, esto es, para su ciencia política.  Pero lo que es una potencia, en cuántas figuras se puede tocar este instrumento, aparentemente tan tosco, lo había ya antes observado Maquiavelo en Italia, y en los años siguientes lo experimentó cada vez mejor. El juego político entre los pequeños estados italianos tenía en un grado más alto el valor intuitivo de un experimento, porque, sin todas las atenuaciones de la tradición y de las autoridades que intervinieron, era un puro juego tras el efectivo azar.  Ascensos y caídas en la más amplia sucesión, intrigas y cambios de alianzas sin ningún estorbo, equilibrios que siempre están amenazados, pero siempre se restablecen, todo apostado a la virtù y la fortuna, es decir, a los dos ojos del usurpador y al fugaz favor de las circunstancias: en la escasa medida en que esta especie de acaecer agota el concepto de la política, porque a ésta le pertenece también la constancia de los grandes aparatos estatales y el poder de las ideas duraderas, para una teoría elemental de la política no se hubiera podido inventar mejor material intuitivo que el que en el agitado mundo italiano renacentista estaba ante los ojos de Maquiavelo.
Maquiavelo es un notable ejemplo de cuán despierta está la razón y cuán rápidamente puede ponerse en su sitio.  Los estados pontificios, Venecia, Milán y Nápoles, y además, las pequeñas y mínimas repúblicas ciudadanas y señoríos principescos en Italia, formaban en realidad el primer sistema de equilibrio político en el suelo de Occidente.  A esto hay que añadir las inmixtiones de as grandes potencias europeas.  Nápoles es objetivo de lucha entre Francia y España, Milán se torna tal entre Francia y el emperador.  La lucha por Italia, que comienza en 1494 y tiene su momento álgido en la época de Carlos V y Francisco I, es el primer encuentro armado en sistema moderno de estados europeos.  Maquiavelo comprendió en seguida esta situación histórica, que se presentaba como una nueva naturaleza.  Estudió las leyes de la mecánica política, que también actúan entre pequeña y fugaces formaciones, e incuso entre ellas se ven particularmente claras, con la misma pasión con la que otros investigadores estuvieron dedicados a las ecuaciones cuadradas y a los efectos de la palanca.  Calculadores políticos, al estilo de Ludovico el Moro, pero también aventureros y criminales políticos al modo de César Borgia, estuvieron ante sus ojos como objetos seductores, y, como a los físicos, las opiniones de los antiguos, especialmente de Polibio y de Livio, le sirvieron, es verdad que en modo alguno como sustitutivo, pero sí de estímulo y modelo.  Más allá de las pequeñas dimensiones de los conflictos italianos mira el macrocosmos político de las grandes potencias de Europa, encuentra allí actuando las mismas leyes y comprende cómo cada constelación está determinada hasta su más mínimo elemento, y todo cambio tiene un eco en todas direcciones.  Las intervenciones encuentran su más vivaz interés, pues en el acaecer político de nuevo estilo no hay un sistema de fuerzas separable, sino que los centros de gran potencia actúan libremente en los espacios disociados.  En este punto la pasión teórica de Maquiavelo se une a su pasión patriótica, es decir, con el ardiente deseo de que Italia fuera unificada y liberada de los bárbaros, aunque fuera sometiéndose a un dueño impuesto que la hiciera nación.
La hazaña de Maquiavelo, en cuanto al conocimiento, es un perfecto paralelo de la de Galileo.  Un nuevo campo de fenómenos en el que dominan leyes inflexibles es conquistado paso a paso por la experiencia y la razón.  El gran descubrimiento teórico de Maquiavelo es el estado soberano, tal cual se construye en sí mismo, según las leyes de la fuerza, y se relaciona con sus iguales.  La tradición del concepto de razón de estado comienza de modo inequívoco con Maquiavelo; todos los que han vivido dentro de este concepto y lo han seguido desarrollando son sus epígonos.  Si se halla que Maquiavelo ha pensado maquiavélicamente sobre la política y moral, sobre fin y medios, sobre confianza y fe, es algo semejante a si se quisiera echar en cara a los creadores de la mecánica moderna que pensaran de modo mecanicista; esta abstracción es por cierto la condición de los objetos de que se trata y condición de la posibilidad de conocerlos.

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