EL JUDAÍSMO (II)

En Egipto, la teocracia es el resultado final de un desarrollo de varios milenos del Imperio.  En el Asia anterior es un producto marginal y a la vez un desperdicio, un complemento negativo a las fuerzas positivas que conforman este espacio.  Pero precisamente por ello pertenece el judaísmo íntimamente a la temática histórica de este mundo del Asia Anterior en el que la fuerza no aparece ordenando y construyendo, sino siempre conquistando, y en el que tras cada victoria se plantea la pretensión al dominio universal.  Pues el oprimido corresponde a la dominación universal. Por todas partes vienen a caer en este espacio pueblos machacados, absorbidos, esclavizados.  En el judaísmo esta negación adquiere un valor positivo para la historia universal; se traduce en sustancia y energía religiosas.  Los judíos son los esclavizados por excelencia.  lo son porque han afirmado y querido la servidumbre con la sacra seriedad  de una decisión religiosa. Que la religión se libere del pueblo y se convierta en fuerza mágica autónoma que irradia de los lugares de culto, es un fenómeno general en el suelo tantas veces arado que el imperio persa hereda.  Allí comienza el desarrollo universal de las culturas que llamaríamos "mágicas" y en las que, en lugar de la comunidad política y hasta de la nacionalidad, se impone la confesión de un Dios determinado y el espacio de irradiación de un determinado ritual.  Los judíos no sólo fueron los primeros en realizar este proceso y en llevarlo hasta el fin, sino que también lo padecieron de un modo absoluto: por sí y por todo el mundo.  En el mundo de los imperios mundiales edificaron el imperio mundial de los "sin imperio", delos que son nulos políticamente.
La  teología en la que esto se expresó comienza con los primeros profetas en el siglo VIII y se continúa de modo magnífico conforme sufren experiencias históricas, es decir, oponiéndose a ellas radicalmente. Mientras que según la opinión de todos los otros pueblos sus dioses luchan junto a su pueblo contra los dioses extranjeros y en los casos peores son vencidos juntamente; entre los judíos se desarrolla incómodamente el poderoso pensamiento de que Yavéh ha llevado a su pueblo a la tierra prometida y le ha dado la victoria sobre los enemigos, pero también ha llamado a los asirios para castigarlos por su impiedad.  Los paganos se jactan de que sus dioses son más fuertes, pero el vencedor el es dios judío, que quiere castigar a su pueblo escogido.  Puede aniquilar a este pueblo hasta dejar un pequeño resto, pero este resto basta parea que de él salga el Salvador, el Mesías.  No porque esté apaciguada su cólera ni sus mandamientos cumplidos, sino por el honor e su nombre que aniquilará al fin a los paganos y levantará a su pueblo.  Cuanto más duramente golpea, tanto más cerca está el fin, la victoria.  Israel es el "siervo de Yavéh", su profeta entre los paganos.  Que sufra los más duros ultrajes es señal de que ha sido escogido entre todos los otros pueblos y que le han sido dados todos los tesoros del mundo.  Esto es abismal, una de las profundidades abismales que un pueblo ha tenido que soportar sustituyendo a los demás para que se agotara toda la desesperación y toda la salvación del alma humana.

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