CRETA (I)

En tiempos muy antiguos, esto es, hasta el final del III milenio a.C., es esta isla simplemente una parte más del mundo mediterráneo.  Bajo los palacios de Cnossos y Festo, y en otros lugares de la isla, hay hallazgos que nos llevan muy arriba del IV milenio o quizá más allá.  Pero la cerámica, las formas de habitación y, desde finales del IV milenio, los utensilios de cobre, apenas se diferencian de modo perceptible de los hallazgos que se extienden por todo el territorio; únicamente el comercio con Egipto desde muy temprano importa aquí más que a otras partes objetos de cultura más desarrollada, como cilindros de sello y figuras de marfil.  Todavía en todo el III milenio, en el Minoico primitivo de Evans, domina una civilización muy uniforme desde el interior de Asia Menor y Chipre hasta Etruria.  Los puntos más adelantados de este mundo son entonces más bien Troya, debido a su posición clave, en el Norte, y las Cícladas, especialmente Melos, rica en obsidiana.
Pero muy poco antes del 2000 a.C. comienza la fuerte ascensión que realza a Creta muy por encima del nivel cultural de su entorno geográfico.  Los antiguos palacios de Cnossos y Festo se construyen hacia esta época, con una arquitectura complicada y hábil, con colores alegres, claros y sencillos, no como fortalezas, sino como cómodas viviendas y sitios para el relajado culto.  Hacia 1900 está el florecimiento del estilo que designamos, por la cerámica fina y de brillantes colores, de Camarés; los hallazgos de tales vasijas en las tumbas de la dinastía XII hacen posible fijar esta fecha.  Este comienzo nuevo permite suponer la aparición de un nuevo estrato de invasores, que deben haber caído sobre la isla hacia finales del III milenio.  Y entonces comienza, aunque sin que se marquen acontecimientos claros durante todo su curso, la historia particular e individual de Creta en el espacio mediterráneo, y desde luego comienzan también los muchos problemas insolubles de esta historia, la cuestión del origen de la capa dominante, la causa de la catástrofe que interrumpe en medio de su esplendor la historia de la isla, y hasta la naturaleza del señorío que se ejerció desde Creta.
Hacia 1700 la isla es alcanzada, sí, por una catástrofe que no será inteligible mientras no podamos descifrar la escritura cretense. Los viejos palacios se derrumban y son saqueados, pero pronto se levantan sobre sus cimientos otros nuevos, mayores y mucho más ricos.  ¿Fue esto un fenómeno natural? ¿Un incendio? ¿Se trata de un simple cambio de estilo? ¿Una invasión de conquistadores extranjeros, quizás?  Estas preguntas no se pueden responder a día de hoy.  Si entonces los "kafti" -lo cual, al menos, es una hipótesis fundada- entraron en la isla y sometieron su mitad oriental, no se debe en todo caso tratar de una migración, sino de una de aquellas pequeñas bandas de audaces empresarios que aparecen tantas veces en la historia primitiva de los países mediterráneos y, en este caso, naturalmente, de marinos, que tomaron para sí los puntos clave y las riquezas de la isla y organizaron el comercio marítimo con gran estilo.  Sería, por consiguiente, un cambio en el estrato dominador.  El desarrollo cultural de la isla no experimenta con la violenta invasión interrupción alguna.  Muestra en mano de los nuevos señores un repentino ascenso, sobre todo un refinamiento y un progreso y también algunas novedades esenciales, pero ningún corte radical con el pasado.  Como los palacios se enlazan a los antiguos planes constructivos, pero se reconstruyen mucho más magníficos, también el estilo continúa la época anterior a 1700, como un período tardío floreciente y con perfecto dominio un estilo inicial, pero ya decidido.  En particular, los cultos de la isla fueron aceptados plenamente por la nueva clase dominante.
No sólo la coincidencia cronológica de los acontecimientos, sino también ciertas noticias de los documentos egipcios, permiten suponer que la aparición de los kafti en Creta está en relación con el movimiento de los hicsos contra el país del Nilo.  Pero de todas maneras Creta tomó una parte esencial en la caída del predominio de los hicsos.  La reina de Egipto reunió en Creta a los refugiados egipcios y organizó un ejército.  Cabe suponer que los hicsos sucumbieron ante una alianza de Tebas y Creta, y sobre los cimientos de esta colaboración política se desarrollaron las relaciones culturales entre ambos países, las cuales, a partir de la decimoctava dinastía, se hicieron más intensas que antes.
Bajo el señorío de los kafti asciende la potencia de Creta en el Mediterráneo a su mayor altura. Dura hasta que los aqueos conquistan la isla, destruyen los palacios y se establecen entre sus ruinas.  Desde 1400 ya no hay cultura cretense ni, desde luego, talasocracia cretense.  Esta organización de la historia de Creta, por los cambios de las capas dominadoras, y según las complicaciones en el complejo de fuerzas de las grandes potencias -concedido que la mayoría de esto queda muy vago-, es sin duda más adecuada que una periodización, según el cambio de estilo, aun cuando se hiciera menos exteriormente que la división cronológica de Evans; realmente es la única adecuada, pues Creta, desde el comienzo de la época de Camarés hasta la irrupción de los aqueos, fue una potencia histórica y una entidad política, aunque no un "imperio" propiamente dicho.  Con todo, en estos seis siglos sobresale en el mundo Mediterráneo, al cual siguen perteneciendo su cultura y su religión de manera tan evidente.  Ya no es uno entre muchos centros parciales de la civilización mediterránea, sino una individualidad histórica.  Actúa, por consiguiente, históricamente, ya no simplemente como medio en que entran los griegos y como sustrato mediterráneo de Europa, sino como magnífico antagonista frente al duro espíritu de los invasores nórdicos.


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