ESTRUCTURA DE LOS PRIMEROS ESTADOS GRIEGOS

Ya el gran culto mortuorio de las colosales tumbas micénicas y sus ricos tesoros, que a las generaciones posteriores les hicieron considerar las tumbas como cámaras de tesoro, serían suficiente para probar el poderío que se estaba gestando en la zona.  Obras del arte cretense más avanzado adornaban las fortalezas y tumbas de los reyes aqueos.  La vida sublime, belicosa, que ha sido conservada en la leyenda, y que en los más profundos estratos de la epopeya homérica nos es recordada en muchos rasgos, fue allí, en la Argólide, realidad histórica desde el siglo XVII hasta el XIV.
El segundo centro del mundo micénico está al Norte, en Beocia.  La ciudad fortificada, que más tarde se hundió en el lago Copais, y Orcómeno, la capital de los minias, son, a juzgar por sus poderosas construcciones y por la monumentalidad de sus tumbas, rivales de las ciudadelas aqueas del Sur; la riqueza de Orcómeno, para Homero, sigue inmediatamente a la de Tebas, de Egipto (Ilíada IX).  Los más misteriosos, mudos hasta para el  mito, son los palacios y tumbas de cúpula de los territorios jónicos, en el centro de Grecia.  Allí, sobre todo en Eubea y el Ática, estuvo el tercer centro del mundo primitivo griego.  Desde el alto castillo regio de la Acrópolis, cuyas murallas "de nueve puertas" todavía se pueden ver, quizá todo el Ática, este país, el más estable de entre los de Grecia, ya entonces fue unificada y dominada, según permite concluir la falta de nombres tribales.
Pero este relieve esquemático de los países micénicos no podemos con nuestros medios traducirlo en modo alguno en conexiones causales históricas.  Ni siquiera conocemos la relación política que existía entre las ciudadelas antaño vecinas, por ejemplo, la que había entre Micenas y Tirinto.  Sólo el sistema de vías que salen de la puerta de los leones permite suponer que las dos ciudades alejadas entre sí quince kilómetros, no eran las capitales de dos señoríos, sino las dos residencias de un mismo rey.  Pero ¿cómo se relacionan con Micenas los otros centros políticos del Peloponeso, por ejemplo Amiclas, donde domina Menelao, o Pilos, donde Néstor es el rey?  ¿Son, como pretende Homero, príncipes autónomos que prestan un servicio voluntario de mesnada a la supremacía del rey Agamenón? ¿Estamos ante vasallos de un Imperio?  Igualmente problemática es la relación de Orcómeno con la Tebas griega y las otras ciudades de la zona eólica.  Los estados griegos primitivos eran, según toda verosimilitud, no menores y más rudimentarios, sino, por el contrario, mayores y más firmes que los de la Edad Media griega.  Pero para conseguir una idea de su estructura política tendríamos que conocer los acontecimientos históricos en que se han formado y han existido, mas estos mismos nos son desconocidos.  No sabemos nada de las luchas en las que, por ejemplo, Micenas u Orcómeno ascendieron a su papel predominante; nada sobre los desplazamientos de poder que ocurrieron durante los siglos micénicos entre los centros de supremacía.
Sobresalen poquisimos acontecimientos en esta época, si bien fueran ellos decisivos y llenos de contenido como pocos; de ello es prenda el estilo de las fortalezas de refugio, el espíritu guerrero de los héroes acostumbrados al carro de guerra y el sentido de la gloria póstuma que nos cuentan sus tumbas y mausoleos.  Pero todos estos hechos han sido igualmente hilados y entretejidos por la leyenda, y con ello se han perdido para la historia en un sentido plenamente positivo.  La leyenda de la expedición de los siete contra Tebas permite ver, como a través de un espeso velo, una gran empresa de los reyes de Argos, que perseguía la sumisión de Beocia, pero que fracasó en sangrientas luchas delante de la Carmea de siete puertas.  Como siempre alrededor de este núcleo histórico, se han reunido las más variadas figuras legendarias y mitos: el vidente ciego Tiersias, el dios ocracular Anfiarao, la leyenda de Edipo, el tema del odio fraterno...  Un núcleo histórico tiene, naturalmente, también la leyenda de la caída de Ilión: algún tipo de expedición de los reyes de Micenas contra Troya VI, cuya importante fuerza se demuestra en su poderosa muralla, y cuyo activo comercio por el mundo micénico se acredita con numerosos trozos de cerámica.  Alrededor de este acontecimiento se ha puesto, aún en más abundancia que alrededor de la guerra contra Tebas, el mundo completo de las leyendas griegas: el robo de Helena y su liberación por una pareja de hermanos, el heroísmo del tesalio Aquiles, las leyendas sobre Odiseo; Sarpedón, el licio hijo de Zeus, y muchas otras figuras heroicas primitivamente independientes.  Ya hemos hablado de que la expedición de los aqueos contra Ilión se convirtió de manera típica en punto de concentración de estos agitados siglos en modelo de la ocupación griega de Asia Menor, y además, en modelo de las audaces empresas de los primeros príncipes aqueos, e incluso en modelo absoluto del heroísmo micénico.

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