LAS RELIGIONES HISTÓRICAS

Las religiones históricas están enlazadas a la subsistencia de los imperios y civilizaciones o, dicho de modo más realista, a la subsistencia de las situaciones políticas en las que surgieron.  Tómese la palabra "religión" en el sentido literal y se encontrará esta tesis más comprensible de lo que a primera vista parece.  "Ligamentos" son las religiones históricas no sólo en sentido inmanente, sino también en transitivo.  Una liga es un acto de reunión y enlace, un vínculo efectivo que se fija con duración; de modo religante obra sólo mientras se mantiene firme, y de otra parte el vínculo es ilusorio cuando lo ligado mismo se suelta y desata.  Las religiones históricas están completamente ligadas, por consiguiente, a los imperios.  Por eso son en sí verdaderos fenómenos históricos, cuya vida está medida por el devenir de los siglos.  Esto ocurre con la religión persa, que surge y cae con el imperio persa: el cuadro allí sólo se complica por e hecho de que al primer imperio persa de los Aqueménidas le sigue en el siglo III a.C. el segundo de los Sasánidas, que volvió a la religión de Zoroastro, la coleccionó en el Avesta y la convirtió en religión oficial y organizada del nuevo imperio.  Esto se puede decir también de la religión griega, que adquirió validez con la polis, realmente como vínculo de ésta, y desapareció al mismo tiempo que ella.  Esto ocurre también con la religión romana, cuya creación se puede fijar en la época de los últimos reyes etruscos y en la que nadie más creía en el siglo de Sila y césar, cuya vida, por consiguiente, se midió por los siglos de la república.  Cuando las religiones se liberan de la realidad política y de los pueblos que les hacen de vínculo y se vuelven teocracia como en los finales de Egipto, consiguen una eternidad mala; perduran, pero sólo en cuanto se vuelven objetos del movimiento histórico o antagonistas de él.
En todo caso hay en el término "religión" algo completamente diverso de las religiones históricas concretas, y sería sumamente curioso que un concepto de carga tan pesada no abarcara de modo relacionado varios términos diversos.  Pues existen los grandes mitos que brotan completamente en medio de lo humano, donde apenas hay todavía ninguna alteración del movimiento histórico, y desde allí piensa el mundo entero con simplicidad e imponiéndose lo siente y lo vive.  Uno de éstos, que nos es importante como sustrato del espíritu europeo, lo trataremos en breve.  Otro, por ejemplo, sería el totemismo, que en todo caso, como el matriarcado, sólo ha llegado a ser para la etnología positivista un sistema de la formación de tribus y de la organización matrimonial, pero que en realidad es un mito humano de primera magnitud que se impone a continentes enteros.
Además, hay bajo el término "religión" grandes creaciones de una nueva existencia humana que están ligadas a los nombres de los fundadores de esas religiones universales.  En ellas, mediante una íntima concentración de fuerza metafísica, un ascetismo extremo, una muerte en sacrificio, se crea nada menos que una nueva figura del hombre, tan fuerte y unívoca que se impone duraderamente al mundo.  Ya lo dice San Pablo refiriéndose a su credo: "Todas las cosas le sirven para lo mejor".  El símbolo de esto es un cambio de pensamiento, una metanoia, que se extiende en profundidad por la existencia entera y que no es en primer lugar opuesta a lo viejo -los primeros cristianos se consideraban a sí mismos una rama del judaísmo-, invierte los valores, pone encima lo que antes estaba más abajo, y, ante todo, por un feliz hallazgo, descubre un nuevo punto en la existencia del hombre que hasta entonces había estado oculto.  La mayoría de las veces los maravillosos descubrimientos de los fundadores de las religiones se nombran con términos antiguos para hacerse comprensibles a los conquistados; como ruptura con el mundo, como cambio de voluntad, como penitencia, muerte o inmersión.  Pero lo importante no es nunca lo negativo, sino el hallazgo positivo, y el arrancarse del mundo que es exigido obtiene su sentido sólo por la preciosa perla que se gana en posesión eterna.  Una salvación superior a tordas las posibilidades terrestres de felicidad, un camino de todos los caminos, una verdad pura y simple, una ganancia indescriptible, una realidad interior, es sencillamente indicada, y alrededor de este nuevo entro se ordenan todas las cosas de modo tan sin condiciones, que la vieja vida, aun cuando fuera el más poderoso imperio, se vuelve como lejía turbia, y sólo la nueva salvación opera como un claro cristal.
Tan pronto como de la palabra y milagros del fundador resulta una fe determinada, una determinada doctrina, o incluso una iglesia, se ponen envolturas cada vez más espesas alrededor del núcleo, y es entonces difícil de reconocer que no sólo influyen en la conexión casual de la historia las formaciones concretas de la religión, sino además de ellas, también el cambio originario que provocó el fundador y la nueva realidad del hombre que él engendró; mucho más amplia y duradera que aquella misma, a saber, como ley fundamental de todo un continente y como fundamento determinante de la existencia de millones de seres humanos, como norma de lo que debe ser considerado pecado, muerte, salvación, fin y virtud.  Así influyó Buda.  Entre las variadas formas de budismo que han penetrado en todos los grandes imperios asiáticos, está la realidad de que Buda ha engendrado el mudo y los hombres que se llaman "Asia". y así es el cristianismo, a través de todos los cambios históricos de las doctrinas e iglesias cristianas, el verdadero origen y la ley que durante siglos sostiene Occidente.

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