La importancia de este pueblo comerciante semita, recubierto de formas asiánicas, ha sido durante largo tiempo sobrestimada. Eran antes considerados como prototipo de la gran potencia comercial por mar, hasta como los inventores de esta realidad, porque la colonización griega estuvo durante siglos en competencia con ellos, y porque todavía la Roma ascensional se construyó sobre sus cimientos. La potencia universal y la importancia de Cartago irradió reflejándose en su metrópoli y en las hermanas de ésta. La investigación ha reducido mucho la importancia de los fenicios, o, al menos, lo que se refiere a la época anterior al 1200 a.C., así como también la relevancia de su influencia en los países costeros del Mediterráneo.
Muy pronto, antes del 3000, junto con otros pueblos del desierto, penetraron hacia el Norte los que serían luego llamados los "fenicios". Pero entonces eran un pueblo poco cultural, que desde el nomadismo estaba apenas pasando al sedentarismo y nada tenía de navegante. El tráfico marítimo con la costa fenicia, que está documentado con seguridad desde el rey Snofru, lo practicaban los egipcios mismos con sus naves, que con fuertes cuaternas armadas sobre puntales se habían desarrollado desde la barca del Nilo hasta un barco muy marinero. A partir de Egipto se transforma Biblos en ciudad comercial; allí se cargaba la madera de cedro que tanto necesitaban los egipcios, como también aceite y otros productos. Los semitas establecidos en las ciudades costeras eran los intermediarios, pero ellos mismos no navegaban. Sólo en el segundo milenio comienzan los fenicios a construir naves conforme al modelo egipcio; la primera noticia de ello procede de la época de Thutmosis III. Cuando más tarde, en el último cuarto del segundo milenio, las ciudades de Siria se volvieron libres políticamente, porque la potencia de los grandes estados se derrumbó o cedió en esta zona, y cuando , además, la decadencia de la talasocracia cretense dio paso libre en el Mediterráneo, sonó la hora de los fenicios. Tido, la fortaleza insular instalada en un acantilado, ascendió. Desde haber sido fundada en el 1194, un año antes de la caída de Troya, por los sidonios fugitivos. Sus reyes reúnen todo el país de la costa fenicia, y a partir de ahí comienza la fundación de colonias.
En las siguientes centurias son realmente los fenicios la primera potencia industrial y mercantil del mundo. Su comercio nunca fue de carácter tan aristocrático como el de los kafti, que con banderas desplegada lanzaban al fondo de las aguas sus piedra para anclar cada vez que entraban en los puertos. No siempre son honrados, y lo disimulan a menudo. La caza de esclavos sigue teniendo su importancia. En Homero, y para los griegos en general, los sidonios son mercaderes navegantes muy astutos y no del todo limpios en su juego (pero ¿acaso no es práctica común difamar a la comptencia?). Famosa y dominadora es su industria. Corazas y carros de guerra, vasijas de lujo y otros trabajos finos de metal, paños de púrpura, géneros de cristal, esmalte y adorno, se fabrican en serie en las ciudades fenicias para su exportación a todo el mundo conocido. Para los griegos, eran los fenicios como los inventores de estas cosas; en realidad, ni el vidrio, ni el trabajo de figuras de metal, ni el teñido de la púrpura, sin invento fenicio. Su artesanía copia y varía los modelos que les proporciona el arte Egipcio, el de Babilonia, el de Asiria y el de Asia Menor en general. Trabaja para la venta y se dirige en todo, según la moda mundial, buscando primero el gusto egipcio y después el arisio; luego el persa y a continuación el griego.
La gran hazaña de Tiro es, a pesar de todo, la coloniazión, que ocupa todo el Mediterráneo con establecimientos comerciales fenicios, y lo cruza en sus navegaciones. Melqart, el dios de la ciudad de Tiro, tiene sus templos en todas las colonias filiales. Sobre los anales de Tiro, y los escritores que en ellos se basan, se pueden reconstruir aproximadamente las fechas de fundación de las colonias. Todavía antes del año 1000 fueron fundadas Utica, en el norte de África; Liscus, en Marruecos; Gades, en España. Por el contrario, Cartago solo hacia finales del siglo IX. Gades y Liscus están más allá de las columnas de Hércules. Las naves de "Tarsis" de los fenicios resistían, por consiguiente, la navegación en el océano. Desde Gades se alcanzaba a enlazar con las antiguas comunicaciones marítimas de los tartesios, que llegaban hasta Bretaña, e incluso hasta Gran Bretaña. Como etapas intermedias, en el camino hasta el lejano Occidente, fueron, naturalmente, ocupadas las islas del Mediterráneo, por ejemplo Malta; Sicilia, hasta la llegada de los griegos, estuvo llena de colonias fenicias.
Pero todas estas colonias estaban pensadas como puros puntos de enlace: son lugares de la costa en promontorios, lenguas de tierra y abiertos al mar. En ninguna parte se trata de una amplia colonización hacia el interior, ni de una amplia influencia en la costa, ni siquiera de sumisión del hinterland. La única excepción al respecto será Cartago, que funda un verdadero imperio; pero esto es un desarrollo tardío y especial del que hablaremos más adelante. Gracias a esta red de puertos las colonias fenicias se mantienen como algo suelto. Son siempre puras factorías que pueden ser abandonadas en cualquier momento. En ninguna de ellas fueron utilizadas por las metrópolis grandes masas humanas. En realidad, se repite, donde la colonización griega entra en competencia con la fenicia, siempre el típico fenómeno de que los fenicios ceden; así ocurre sobre todo en Sicilia, donde los fenicios lo habían ocupado todo, pero, según nos cuenta Tucídides, en cuanto los griegos se lanzaron al mar, se retiraron hacia el oeste de la isla. Para los griegos, la colonización misma no es un asunto comercial, sino expresión de la fuerza del pueblo y del empuje político.
Los fenicios llegaron a ser, por semita que fuera y siguiera siendo su estilo, gracias a la marcha de su historia, un elemento del mundo mediterráneo. No son su más pura y elevada expresión -que es Creta-, y más bien son sus asimiladores, disfrutadores e intermediarios. Pero en este sentido pertenecen al mundo del mediterráneo. Si religión es la más espesa mezcla de creencia semítica en Baal y culto asiánico a la diosa madre que hay. Desde el principio se debió haber tomado mucho de anatólico en las ciudades de la costa; en el ulterior proceso de fusión desempeñan el papel decisivo Chipre y su gran dios.
Quizá la más importante hazaña de los fenicios -esta vez un verdadero invento, aunque no original- es el alfabeto. En las ciudades comerciales de la costa siria, allí donde se cortaban en sus círculos de irradiación las dos civilizaciones más antiguas y coincidían los mayores caminos marítimos y terrestres del mundo antiguo, se descubrió la idea de la pura escritura con letras y aquel alfabeto que sirve hoy de fundamento a la mayoría de escrituras de nuestro planeta. Los griegos aseguraban que era un invento fenicio. Pero esta escritura es un producto secundario: transforma las ideas fundamentales de los jeroglíficos, de la escritura cuneiforme y de otros sistemas en un puro alfabeto de consonantes; particularmente, los jeroglíficos habían progresado mucho en esta dirección. La escritura fenicia, por lo demás, no estaba sola. Testimonios de otros sistemas de escritura del mismo principio se han ido descubriendo en excavaciones en Siria y en la península del Sinaí. Pero el alfabeto fenicio fue el que se impuso.
Las escrituras de la alta cultura egipcia y sumeria son creación -y al principio también misterio- de los sacerdotes, y luego se convirtieron en medio de administración pública. Pero la escritura fenicia sirve desde el principio, en primer lugar, al comercio. Con el principio de la pura escritura con letras se libera de los vínculos con una lengua determinada y se puede usar por políglotas, idea que sólo puede surgir en la zona de mezcla de lenguas y culturas y en la cabeza del pueblo intermediario típico.
A comienzos del siglo IX tomaron los griegos el alfabeto fenicio con un suplemento que parece sin importancia, pero que resulta esencial. Utilizando los caracteres de las guturales semíticas, que no existían en su lengua, añadieron a las consonantes las vocales, y mediante esto crearon una escritura que reproducía sin abstracción el sonido sensible de la lengua al ser hablada. Esto es como un símbolo de la libertad con la que el espíritu griego se mueve en el mundo mezclado y desgastado del Mediterráneo, de la íntima libertad con que toma y de la fuerza creadora con que se expresa en aquello que ha tomado.
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